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Opinión

Guía práctica de cómo tirar 57 escaños

Rivera durante su famoso minuto de clausura en el debate electoral vía Twitter.com

Con la reciente prórroga del estado de alarma, Ciudadanos ha saltado a la primera plana política tras las últimas elecciones, en las que sufrieron una de las mayores debacles electorales de la historia. 

Creo, sinceramente, que a mucha gente se le ha olvidado que ciudadanos pudo gobernar hace no mucho más de un año, que pudo cerrar un gobierno de 180 escaños con el PSOE, y que pudo ser Rivera, y no Iglesias, el que se sentara en la silla de vicepresidente (suponiendo que hubiera solo una, claro). Pudo, pero, para bien o para mal, decidieron que no. Decidieron forzar las que fueron las segundas elecciones generales en 2019 intentando obtener un mejor resultado. Y en eso se quedó, en intento.

No os quiero dar la chapa con la historia de Ciudadanos, así que diré que para el 2019 Ciudadanos se presentaba como una alternativa a la “política tradicional” defendiendo el centro democrático y tratando de romper el binomio PP-PSOE que imperaba en España desde el inicio de la democracia. Y, para seros sincero, considero que hasta 2019 (más o menos) estaba logrando ese objetivo, si bien es cierto que se veían ciertas inclinaciones hacia la derecha, esto no les impedía facilitar gobiernos socialistas cuando tocaba hacerlo.

De ese centro es de donde saca 57 escaños en abril, de votantes de PP cansados del viraje rancio que estaba dando Casado, que más recuerda a Aznar que a la nueva derecha que prometía, y de socialistas que no compraban el discurso de Sánchez. Y ese centro es el que, para finales de año, había abandonado totalmente. Dicen que cuando no cuidas algo lo pierdes y ciudadanos, bueno, más bien Albert Rivera, no supo cuidarlo.

Si amigos, ese fue el gran problema del partido, Albert Rivera y su ego. El bueno de Albert empieza el año mal, mal porque la primera imagen que se tiene de él es en la plaza de Colón junto con una compañía, cuanto menos sospechosa, para un partido de centro. Manifestándose (porque la derecha también se manifiesta) en contra de Pedro Sánchez y su grave traición al país al querer instaurar un mediador con Cataluña.

Rivera, Abascal y Casado posan en la plaza de Colón vía Twitter.com

Esta foto, junto con el hecho de haber dado pie a un gobierno con Vox en Andalucía, los constantes ataques al PSOE y demás actitudes de su líder, confirmaron un cambio en la estrategia. De ser un partido bisagra ubicado en el centro, apto para pactar con ambos lados del espectro (en su versión más moderada), pasó a ser un intento de liderar la derecha conservadora del país, dejando huérfanos y desamparados a los votantes centristas ante un panorama cada vez más radicalizado.

Llegamos al 28 de abril. Ciudadanos arrasa y consigue 57 escaños a solo, y ojo a la cifra, 9 escaños del PP. Poco más de 200.000 votos separaban a nuestro protagonista de su nuevo objetivo. Se empieza hablar de sorpasso y esto a Albert le gusta, le encanta, le extasía y hasta le pone un poco también. Él no quiere facilitar gobiernos, él ha nacido para liderarlos y, sin poder remediarlo, empieza a beber de la efímera fuente del éxito político.

Semanas después aparece Pedro Sánchez, flamante ganador de las elecciones, con 123 escaños a ofrecerle un pacto de gobierno. Señores, 180 escaños gobiernan muy bien, muy sencillo, 180 escaños son incontestables, son sólidos, pero, sobre todo, y lo que a mi parecer es más importante, 180 escaños dejan fuera del gobierno a partidos nacionalistas. Lo mismo que ahora vamos.

Es un buen negocio, y no lo digo yo, lo decían casi un 60% de su electorado que pedían, explícitamente, este pacto. Pero Albert, a estas alturas borracho de éxito, empezó a jugar al peligroso juego de los “y si…”.

“¿Y si… fuerzo otras elecciones”, pensaba mientras cenaba en su casa. “¿Y si… sorpasso al PP?”, imaginaba mientras se lavaba los dientes. “¿Y si… consigo ser la segunda fuerza política en España?” soñaba mientras daba vueltas en la cama. “¿Y si…?”

Como la lechera se construyó castillos en el aire y rechazó de plano a Sánchez, apenas una reunión le concedió a Pedro, cordón sanitario y a otra cosa, mariposa. También como el cuento de la lechera, una piedra (o unas elecciones) se interpusieron en su camino, y no solo se quedó sin sorpasso, si no que además perdió su partido, como la protagonista de la fábula se quedó sin su jarro de leche. De la misma manera que el cuento, esta historia también tiene una moraleja: mejor bombón para dos, que mierda para uno sólo.

Me quedo pensando lo que podría haber significado ese pacto. ¿Os lo imagináis? Cuatro años libres de nacionalistas en el gobierno, cuatro años de estabilidad política, de fuerzas moderadas gobernando, de combinar experiencia con juventud.

Sinceramente, me gusta, está claro que ni yo (ni nadie) sabe si hubiera funcionado a ciencia cierta, pero lo que sí sé es que hubiera sido bastante mejor de lo que tenemos ahora, condenados por un gobierno de muchos partidos y no sé cuántos ministerios.

 

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