«Unos momentos de mucha inquietud y preocupación», así comienza el Rey Felipe VI su discurso ante la crisis sanitaria del coronavirus.
El rey Felipe VI ha querido transmitir seguridad a la ciudadanía con unas palabras de aparente unidad, aunque ha acabado siendo un discurso sin pena ni gloria. Un discurso en el que, dividido en partes, no había nada novedoso que no se hayan podido escuchar ya en ministros del Gobierno u otros representantes de partidos políticos.
La primera parte consta de un pésame y ánimo a esas familias afectadas por la muerta de algún familiar a causa del virus. La segunda, un agradecimiento a los servicios públicos que tratan a la ciudadanía, personificando su agradecimiento especialmente a los profesionales de la sanidad española: «sois la vanguardia de este país y la primera línea de defensa. Un ejemplo inolvidable».
«Tenemos que resistir y amoldar nuestro comportamiento de vida a las recomendaciones. Venceremos al virus más pronto que tarde», añade. Aludiendo a que la guerra contra el coronavirus hará de la sociedad española una sociedad más solidaria entre ella, mientras algunas cabezas de sus representantes hacen política de un virus que no entiende de colores.
«Ánimo, y adelante», concluye el Rey Felipe VI su discurso repleto de una entusiasta esperanza de casi ocho minutos. Quizás muchos esperaban que se hablara algo de su reciente herencia rechazada, pero no es el momento. Eso ya llegará cuando la tormenta vírica cese. «Hoy todos deben ser ejemplo de civismo», dice, cuando, de repente, se empiezan a escuchar golpes metálicos en algunos de los balcones de España. Eran cacerolas.