Simone Biles, una de las gimnastas más prestigiosas de la historia del deporte, ha decidido no participar en la final individual de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, priorizando, de este modo, su salud mental.
Ante la noticia, la sección más ominosa de tuiteros la ha desterrado, desde su sofá, al purgatorio de fracasados donde esos débiles perdedores, incapaces de sobreponerse a las adversidades, lloran sus penas abrazándose los unos a los otros.
Los periodistas Arcadi Espada y Jorge Bustos se erigieron como representantes de este grupo. El primero tildó de fracaso la experiencia de Biles en estos Juegos, en los que llegó a la final individual, por lo que se entiende que, exceptuando a un par de privilegiados dotados para competir con los mismísimos dioses, el resto de mortales son seres despreciables que no merecen la atención del magnánimo Espada.
El segundo, algo más comedido, ha achacado, sobre todo, el hecho de que se admire a alguien que simplemente ha rechazado la victoria, comparando su situación con la resiliencia de la que ha dado gala, a lo largo de su vida, el boxeador cubano Emmanuel Reyes.
De la medianía de la especie partimos todos, pero a los olímpicos se les pide que se eleven sobre el nivel medio. A Biles la comprendemos y la abrazamos. Admirarla por romperse como cualquiera equivaldría a insultar sus conquistas previas.
— Jorge Bustos (@JorgeBustos1) July 28, 2021
Mi columna: https://t.co/VFkxZ5nmn6
En primer lugar, resulta muy injusto comparar distintas experiencias, y más aún desde la ignorancia y el privilegio de no haberlas vivido, por lo que es tremendamente ruin intentar desprestigiar a Biles de esta manera. Aun así, parece que a todos ellos se les ha olvidado que la gimnasta fue adoptada por sus abuelos, luego de que las autoridades retiraran la custodia a su madre, inmersa en la droga y el alcoholismo, y que la propia Biles había sido víctima de abuso sexual, perpetrado por Larry Nassar, el médico del equipo estadounidense de gimnastas, por lo que tratarla como una muñequita frágil quizá no es lo más apropiado.
En segundo lugar, no se está admirando la derrota, sino la valentía de ser capaz de renunciar a una medalla olímpica para poder controlar los problemas psicológicos que ella padece.
Siguiendo una simple regla de tres, se supone que esta tribu de tuiteros (exitosos todos) que alimentan con su casposidad la cuenta de los numeritos, al ver a Ronaldo Nazario contra la Lazio llorando y agarrándose la rodilla en la recaída de su lesión, sentenciarían algo así como “ya no hay hombres como los de antes”.
Por parte de la izquierda se ha llevado a cabo una defensa de la existencia de las enfermedades mentales y la reivindicación de la decisión de Biles: Pablo Echenique ha contestado a Jorge Bustos, reprochándole el “matonismo” que este y sus compañeros llevan por bandera.
Jorge Bustos llamando "débil" a Simone Biles y, por extensión, a todas las personas con problemas de ansiedad.
— Pablo Echenique (@PabloEchenique) July 28, 2021
Estos JJOO están aflorando como nunca el matonismo que siempre ha sido ADN de la derecha político-mediática, pero que ahora se exhibe orgulloso.
Eso sí es zeitgeist. pic.twitter.com/zvnA6ws1RL
Irene Montero también ha querido dedicar unas palabras a la atleta. No obstante, esta es la primera vez que la ministra de Igualdad se pronuncia sobre los JJOO, por lo que se entiende que el retiro por un golpe de calor de la tenista Paula Badosa, o la plata en taekwondo de Adriana Cerezo con diecisiete años carecían de la relevancia suficiente para que la ajetreada ministra les dedicara unos minutos. Aunque también cabe la posibilidad de que al no apellidarse Smith o Johnson, el reconocimiento a las deportistas españolas, infinitamente menos mainstream, no contribuiría al esnobismo tan barato que se lleva predicando desde hace tiempo en el Gobierno, por lo que el interés en ellas debe ser mínimo.
