Todos recordamos la crisis de 2009, cuando surgió aquella famosa frase de “la burbuja ha estallado”. En aquellos tiempos pudimos tasar como el PIB español se desplomó un 3,8%, una simple historieta si la cotejamos ahora.
Las evaluaciones previas a la aparición del coronavirus se han esfumado. Se hablaba del año donde veríamos una relajación en la guerra comercial entre China y EEUU. Un año donde se podía formalizar una resolución consensuada del Brexit, hoy ya nos tomamos esto como una recesión sin precedentes.
De acuerdo con el último World Economic Outlook elaborado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), se proyecta para este año una recesión del 3% del PIB mundial. Para disentir estos datos sería una recesión más aguda que la inscripta en la crisis financiera de 2008-2009 que tensionó el sistema financiero mundial.
El balazo del shock para España
Como bien dijo el escritor latino Publilio Siro, “acostumbrarse a la felicidad es una gran infelicidad”. España estaba acostumbrada a ser uno de los países cabecillas en el desarrollo dentro de las magnas economías mundiales. Ahora, tras el brote de COVID-19, España va a liderar -por el lado contrario- una caída aproximada del 8% de su PIB.
Estas cifras tienen todo el raciocinio si tenemos en cuenta que España ha instruido una de las reclusiones de mayor vehemencia-originada por la incapacidad de emisión de normas profilácticas-, y que en nuestro país contamos con un peso del 15% del PIB en el sector turístico que todavía se halla en una perlesía tajante.
Otro dato manifiesto sería la subida calamitosa del desempleo hasta una tasa del 20,80%. Un hecho que se puede empezar a palpar con el declive de más de 830.000 afiliados en la Seguridad Social que vimos en el pasado mes de marzo.
