De la mano de Astiberri conocemos a Ancco, una de las voces más singulares del tebeo surcoreano.
En 2017, Malas compañías recibió el Premio Revelación del festival de Angoulême, situando a Ancco en el rango de atención del panorama europeo. Pese a que en Occidente comenzábamos a conocerla así, lo cierto es que Ancco ya gozaba de una amplia trayectoria en Corea del Sur.
Desde sus primeras obras subidas a internet a comienzos del siglo XXI, Ancco ha ido labrándose una posición de cronista de la realidad de la juventud en torno al cambio de siglo. Con una fuerte inspiración en su propia vida, Ancco disecciona a una generación, la suya, que alcanzaba la adolescencia en medio de una de las crisis económicas más duras de Corea del Sur y de la región, en los años noventa.
Esta debacle económica afectó especialmente a los países del Sudeste Asiático: Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas, Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur. En el caso coreano, aunque el impacto fue ligeramente menor que en otros países afectados, las principales industrias del país se vieron afectadas y sufrieron una profunda recesión, que afectó a prácticamente todas las capas de la sociedad.
Ancco dibuja una Corea del Sur convulsa, víctima de una crisis económica que afecta estructuralmente a toda la sociedad, pero que golpea con más fuerza en determinados entornos. La vida en el barrio está marcada por la sinergia entre un capitalismo implacable de herencia Occidental y la mentalidad reaccionaria de generaciones arraigadas en una tradición que se siente arrinconada y se revuelve, tratando de resistirse al cambio.
Malas compañías rezuma violencia. A base de golpes, su protagonista abandona una niñez desgraciada para adentrarse prematuramente en una vida adulta hostil y carente de esperanza, en la que los golpes se acompañan de otro tipo de violencia, que deja heridas más profundas.
En cierto modo, puede verse como una historia de redención. La protagonista acaba reconciliándose con su pasado a base de madurar y adquirir una perspectiva adulta plena. Pero, incluso en su juventud, es inevitable que los fantasmas de su pasado se manifiesten y hagan retorcerse las antiguas cicatrices.