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Sitges 2020: ‘Vicious Fun’, un divertidísimo homenaje al terror ochentero

Vicious Fun - Still 4 (Evan Marsh)
Fuente: Festival de Sitges

Vicious Fun, (de Cody Calahan) y Relic (de Natalie Erika James), entre lo mejor que se ha podido ver en la selección online de la 53ª edición del Festival de Sitges.

Pocas películas pueden ser más festivaleras de lo que lo es Vicious Fun, el último largometraje de Cody Calahan. El canadiense, que ya había dirigido en otras ocasiones cine de terror, combina en este caso, por primera vez en su carrera, el horror con la comedia. Logra así un resultado brillante que recuerda a los espectadores porqué aman el género.

Vicious Fun no necesita más que su primera escena para ganarse al público. Una escena que, como el resto de la película, le dará una vuelta de tuerca al concepto del asesino en serie, a las concepciones y a los clichés del género. Además, homenajea a un género tan querido por los seguidores del terror como es el slasher.

Fuente: Festival de Sitges

Esto no lo lograría si no fuera por su brillante ambientación: Calahan trae al espectador de vuelta a los ochenta de Pesadilla en Elm Street o de Viernes 13, en los que los asesinos en serie campaban a sus anchas por los barrios residenciales norteamericanos. Además, recurriendo a elementos como la iluminación (el uso de neones es clave) y la música de Steph Copeland (con predominio constante de los sintetizadores), se consigue crear esa atmósfera ochentera que ya hemos visto recientemente, por ejemplo, en series como Stranger Things.

Vicious Fun nos presenta a Joel (Evan Marsh), un crítico de cine de terror (sector para el que Calahan se guarda alguna que otra crítica), que, sin darse cuenta, acaba en medio de una sesión de terapia de un grupo de asesinos en serie. Desde ese momento, tendrá que apañárselas para no llamar la atención y no levantar las sospechas de los asesinos, entre los que se encuentran un psicópata, un enmascarado armado con un machete, un caníbal, y un payaso diabólico (entre otros).

Fuente: Festival de Sitges

La película funciona perfectamente desde el primer minuto hasta el último. Las referencias y los homenajes a la cultura pop y al cine ochentero se suceden una tras otra, mientras el gore y la violencia van ganando protagonismo. Al final, pese a su reducido número de escenarios y a un clímax algo alargado, termina siendo una de las películas más divertidas y disfrutables del festival.

Completamente opuesto es el caso de Relic, el debut en el largometraje de Natalie Erika James, y que se ha hecho con la Mención Especial a Mejor Dirección. Relic, mucho más cercana en su tono y planteamiento al terror de Ari Aster en Hereditary, se centra en el núcleo familiar para presentar su idea.

Kay (Emily Mortimer), visita la casa de su madre Edna (Robyn Nevin), después de enterarse de que esta ha desaparecido. Acompañada de su hija (Bella Heathcote), intentará entender adónde ha podido ir y qué es lo que le está pasando a esa mujer, a la que cada vez le cuesta más considerar su madre.

Fuente: Festival de Sitges

James construye su relato poco a poco, en dos primeros tercios donde el centro de la acción es la relación entre estas tres mujeres y la tensión creciente entre ellas. Con el paso de los minutos, el ambiente va haciéndose cada vez más turbio hasta llegar a una media hora final trepidante, donde toda la tensión que ha ido construyéndose termina estallando.

Hasta entonces, asistimos a las idas y venidas de tres generaciones distintas de mujeres que son conscientes de que algo falla, pero no terminan de entender el qué. La primera hora juega con su aparente calma y su ritmo pausado para construir la tensión, que crece con el paso de los minutos. No hay apenas jumpscares (a excepción de un par bien medidos), pero la sensación de que en cualquier momento puede aparecer el susto va apoderándose del espectador. Conseguir generar esa tensión creciente sin liberarla luego es algo bastante difícil de conseguir, y James lo consigue en más de una y más de dos ocasiones.

Fuente: Festival de Sitges

Lo contrario sucede en el último tercio. Las cartas están sobre la mesa, y todo lo que ha ido construyéndose los minutos anteriores estalla en dos largas escenas (especialmente bien rodada, aunque no muy justificada por lo visto anteriormente, es la protagonizada por el personaje de Heathcote).

Sin embargo, es su desenlace lo que diferencia a Relic de tantas otras películas del mismo estilo que se han estrenado en los últimos años. Se trata de escenas que dan otro significado a las que hemos visto anteriormente, y que escenifican de forma visual un concepto que, si bien se ha visto antes, no es frecuente en el cine de terror. Es, sin duda, un final que va a dividir a la audiencia (lo está haciendo ya), pero se agradecen propuestas que se arriesgan y están dispuestas a ofrecer algo diferente e inesperado.

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