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Política

España a derecha e izquierda: la noche electoral

¿Para un intelectual habrá algún halago más digno que suscitar una reflexión? Hará un tiempo, leí un artículo acerca del señor Pérez-Reverte, donde hablaba de la presentación de su libro Una historia de España. Y tras empaparme de la jornada electoral del último domingo, me acordé de él. Y no para bien, pues por una vez osé contrariarlo.

En la mencionada entrevista, don Arturo afirma que “España es un estado en demolición, y puede que merezca ser demolido, yo ahí no me meto”. No suelo discrepar con él, pues cuando habla suele sentar cátedra, pero bajo mi perspectiva, don Arturo resbala cuando destila ese pesimismo trascendental con el que habla de España y del Hombre. Entiendo que ese pesimismo con el que se expresa hacia ellos, quizás es fruto de su vida y su conocimiento los cuáles le han obligado a contemplar ambas entidades de dicha forma.

No obstante, tras cubrir la jornada electoral, mis sensaciones fueron otras a las de don Arturo. Y me gustaría poder compartirlas con ustedes, porque creo que España ni está ni merece ser demolida. Me parece un proyecto noble y alto al que aspirar, y cuyo destino es el destino de todos nosotros. Y no solo es un proyecto para los españoles de hoy, sino también un legado que preservar para esa juventud que empuja desde abajo y un regalo que cuidar de nuestros mayores, que tanto aportaron para construir la España de hoy. Y debido a la importancia y envergadura de esta obra milenaria, creo que quizás todos nuestros esfuerzos en defenderla y cuidarla siempre serán pocos.

Y no quiero caer en los tópicos, desde luego. La jornada dominical me enseñó que aunque nos bombardeen constantemente con injusticias, corrupción y crímenes de diversa índole, España es puntera en democracia. Pasando por las coletas moradas, a los yugos y flechas, y otrora reyes de discutida capacidad, en España siempre hemos padecido regularmente caudillajes de diversa índole. Y aun así, contra su propia historia, el español ha desarrollado un sentido de la democracia que se aferra en los más viscerales sentimientos, aparte incluso de sus filias y fobias políticas.

Y se lo ilustraré gráficamente. Sobre las doce de la noche del domingo, me dirigí a la Agrupación del PSOE de Nervión-San Pablo en Sevilla. En aquella calurosa noche, quedaban algunos coletazos de celebración en dicha sede. El causante de la celebración era Juan Espadas y su victoria en el Ayuntamiento de Sevilla, donde había aumentado de 11 a 13 los concejales socialistas, a solo tres ediles de la mayoría absoluta.

Siendo de madrugada, era llamativo el jolgorio en la Plaza de la Debla, donde tiene sede la agrupación Nervión-San Pablo del PSOE. En la puerta de la agrupación, tres hombres maduros conversan risueños y por el tono de sus voces, considerablemente alegres por la victoria. Me presenté ante ellos y les expuse los motivos de mi visita, ante lo cual ellos me invitaron con un «pasa, pasa, como si estuvieras en tu casa». Y atrayendo algunas miradas curiosas, me adentré con sigilo en la sede. Con amabilidad uno de los hombres que me invitó a entrar, me señala a una mujer rubia y pelo ondulado, que se pasea por la sede con tal seguridad, que pareciera haber contribuido incluso a poner los ladrillos de las mismísimas paredes. «Ella es María Iglesias, es la responsable de comunicación. Ella es la que mejor te puede responder» me indica uno de los hombres. Y no se equivocó.

Instantes después, con amabilidad accedió a dejarme entrevistarla, respondiéndome con soltura a todas mis preguntas. Transmitiéndome una seguridad inaudita al responder, me viene a la mente la imagen de alguien que lleva años luchando por una Sevilla más amable, de quien ha vivido numerosas noches electorales. Y en el punto culminante de la misma, algo me llamó la atención. Dos hermanos, hijos de la constitución, destinados al enfrentamiento, PSOE y PP, enemigos irreconciliables, rivales enfrentados, modelos programáticos considerados opuestos, años de disputas democráticas y de “dimes y diretes” en las instituciones…  Y para mi sorpresa, lejos de cualquier sospecha de tibieza en sus planteamientos políticos, aquella señora que según ella misma “obviamente, en esta agrupación nos sentimos más cómodos con Adelante [coalición de IU y Podemos] que con Ciudadanos”, tiene la entereza y el sentido de Estado de admitir que para existir política se necesitan rivales.

Me sorprendió gratamente cuando le pregunté acerca del descalabro del Partido Popular en el Ayuntamiento de Sevilla. Le insinué si los malos resultados podrían llevar a la desaparición, a una regeneración de las siglas, o inclusive a la reinserción dentro de los partidos que aprietan con fuerza a derecha e izquierda del propio Partido Popular. Y aunque ella misma se reafirmaba opuesta totalmente a cualquier atisbo de ‘popularismo’ pregonando con ilusión que “todo el mundo sabe, que el PSOE ha girado hacia la izquierda”, me afirmó que “el Partido Popular es un partido con mucha solera, con muchos años. También necesitamos una derecha europea, moderna, que gobierne con sentido de Estado, que sepa dónde estamos y en sintonía con los nuevos tiempos”.

Aquella mujer, cargo orgánico del PSOE y para nada sospechosa de centrista, pudiendo haber hecho leña del árbol caído contra su enemigo íntimo e histórico, tuvo clemencia y piedad hacia su adversario. Y no crean que no rebusqué, por si hubiera sido un espejismo. Le pregunté por el candidato del PP,  Beltrán Pérez, rival por la alcaldía de Sevilla, quien había sufrido una derrota abultada consiguiendo unos resultados peores que los de su predecesor. Obviamente el popular no había conseguido las expectativas que se habían puesto sobre su candidatura, y aquella mujer en un gesto de humanidad y empatía, tuvo para con él unas palabras de dignidad política, asegurando que no sería justo “hacer recaer el mal resultado en el candidato, también influye el mal momento que pasa el Partido Popular a nivel nacional”. Esta forma de hacer y pensar en política si debería representar España, si debería ser la política europea del siglo XXI que tanto se reclama, y que tan lejos está del frentismo. Sabiendo que su oponente representaba quizás las ideas opuestas a ella misma, no quiso hacer sangre y, según ella, le tendió una mano llena de comprensión “no valoramos de forma negativa a Beltrán personalmente, se ha visto un panorama muy duro”. Necesitamos muchas “Marías Iglesias”, sin lugar a dudas.

Pero no sólo fui testigo de aquellas buenas sensaciones en la sede del PSOE. Tras los resultados electorales, en su propia sede me atendió el candidato de VOX a la alcaldía de Dos Hermanas. La victoria en dicha ciudad fue una mayoría absoluta holgada por parte del PSOE, quien consiguió 16 de 27 ediles posibles con un 50,5% de los votos. El PSOE lleva gobernando desde 1983 el pueblo, cuyo alcalde ha sido ininterrumpidamente Francisco Toscano.

La victoria del PSOE socialista en Dos Hermanas estaba asegurada incluso antes de las elecciones. Nadie ponía en cuestión dicho evento. Aunque es cierto que la oposición esperaba con ilusión arrebatarle la mayoría absoluta al PSOE. La división en la oposición provocó la dispersión del voto que concentrado pudo haber rascado algún que otro concejal, aunque poco se podría haber hecho contra los 27.000 votos socialistas que revalidan en el ayuntamiento al PSOE.

Respecto a mis anfitriones, mucha tinta ha corrido ya respecto a ellos. Y pocos les han dedicado halagos. Ubicada en una de las esquinas de la Plaza de la Constitución de Dos Hermanas, se encuentra la sede municipal de VOX. Llegué escasos minutos antes que el propio candidato. Las últimas elecciones municipales sacaron aproximadamente unos 200 votos, en éstas su electorado le ha otorgado 4.454 que se traduce en dos concejales, alcanzando en el municipio un 8,3% del electorado total. El mal momento del Partido Popular en líneas generales, al igual que en términos municipales, ha propiciado que VOX se encuentre a únicamente 100 escasos votos del PP, éste último consiguiendo los mismos concejales (2), con un 8,6% del electorado.

El ambiente festivo inundaba la sede. Encontré dentro de ella más personas de las que cabría esperar. Las pesquisas mediáticas pintaban a VOX entre el friquismo de unos nostálgicos de otras épocas añejas y la agresividad de unos ultras violentos. Puedo decir que nada de eso encontré allí. Al contrario, gente risueña y generalmente joven, muchos de ellos estudiantes. Con amabilidad me invitaron a entrar, y algunos se acercaron con cierta curiosidad a saber que pintaba yo allí. Mientras llegaba el candidato, algunos de los allí presentes estuvieron comentándome acerca del esfuerzo que habían tenido que hacer, debido a que han tenido que pagar de su propio bolsillo los 3.000 euros que ha costado su campaña electoral, frente a los 60.000 euros invertidos por el partido ganador.  Me comentaban acerca de algún que otro roce durante la jornada electoral. Al parecer algunos miembros de la coalición entre Izquierda Unida y Podemos se habían encarado contra la mujer del candidato. Cosas de la “alarma antifascista”, supongo.

Un mar de aplausos acogió a Adrián Trashorras, el alcaldable de Dos Hermanas por VOX, a su llegada a la sede. Venía con Cristóbal Márquez, quien era tercero en las listas y estuvo a escasos mil votos de conseguir entrar también en el consistorio. Ambos, y algún que otro militante, habían estado en los colegios hasta altas horas de la noche velando por que todo fuera correcto. Tras percatarse de mi presencia, apuró los saludos de quiénes lo felicitaban y acudió a atenderme, correcto y feliz, aunque visiblemente cansado por la larga jornada electoral.

Con escasos treinta y pocos años, Trashorras es un policía condecorado numerosas veces por su extraordinario servicio a la institución. Durante la entrevista que tuvimos, insistió en la necesidad de poner el suelo público en manos de la ciudadanía. Muy bien lo hemos hecho como sociedad, para que el partido más denostado del hemiciclo hable constantemente de asuntos como crear un parque de viviendas especial para jóvenes, de luchar contra el desempleo, de transparencia en la administración local, de mejorar el sistema de seguridad municipal, etc.

Sin lugar a dudas, lo que vi allí era un partido repleto de juventud. Aunque este factor no juega únicamente en su favor, ya que tendrán que tener en cuenta la inexperiencia y el desaliento de no poder conseguir sus metas a corto plazo. El propio candidato lo confirmaba “no queremos un crecimiento exponencial, queremos consolidar el proyecto y por eso vamos a trabajar estos cuatro años y no traicionar la confianza de nuestros votantes”. Aunque es consciente de la dificultad que tiene luchar contra el PSOE en Dos Hermanas ya que “el PSOE tiene sus 25.000 votantes fijos. El PSOE mantiene fiel a casi la mitad del censo local”, desde VOX miran con esperanza el futuro electoral de la agrupación, que cómo ellos mismos argumentan, esperan con ilusión que “cuando se jubile Toscano, en el PSOE se abrirá un periodo de sucesión y cierta ruptura social. Toscano tiene un régimen muy personalista, y sus votantes se mantienen fieles, más allá de las siglas votan a Toscano por ser Toscano”. Finalmente, debido a la mayoría aplastante socialista, admitió que “ahora solo nos queda felicitar a nuestros rivales y trabajar por que en las próximas elecciones depositen su confianza en VOX”.

Tal como les he narrado, salí esperanzado tras ambas entrevistas. En ambos casos palpé fuertemente un vínculo con la democracia, algo inculcado en lo más profundo de nuestro ser político más allá de izquierdas y derechas. Las generaciones pasadas han hecho un trabajo muy digno, y hoy estamos recogiendo el fruto de ello. Es de vital importancia que las elecciones sigan siendo una fiesta de la democracia. Por nuestros políticos, que se felicitan sin rencor tras haber perdido; por aquellos que acatan la voluntad ciudadana, aunque estén en contra; por la conciencia democrática existente hoy día, e impensable en otros tiempos, tenemos un buen país. A pesar de los baches encontrados en nuestro camino y de quiénes particularmente usan nuestras instituciones para su propio beneficio. También, a pesar de las crisis económicas y otros desastres puntuales que abruman nuestra democracia, tenemos un buen país.

Y este país, con remiendos y rotos en algunas de las patas de sus pantalones, no está en demolición. Tuvimos una de las mejores generaciones que dieron respuesta a un evento difícil como fue la concordia tras la Transición. Los españoles hemos hecho frente a difíciles problemas a lo largo de nuestra historia y jamás nos hemos rendido. No queremos ni debemos querer la demolición de nuestro país, porque España sí merece la pena. Porque tenemos gente comprometida y preparada, como Adrián Trashorras o María Iglesias. Y estoy seguro, de que allí donde hubiera acudido a entrevistar hubiera podido encontrar más gente que reafirme en el orgullo de luchar por una España del y en el siglo XXI: europea, democrática y moderna.

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