La mujer de…

Las elecciones madrileñas han reavivado el debate de la paridad en las listas electorales y la necesidad de reivindicar el rol de la mujer en la política. Al margen, Ayuso se refería a Montero como la mujer de.

“Soy la mujer de la ley solo sí es sí”. “Yolanda Díaz es la mujer de los ERTE, además de la próxima presidenta de España”. “Alejandra Jacinto es la mujer de los desahucios, que los para y no los ampara”. Estas son algunas de las frases con las que Irene Montero tuvo que defenderse de Ayuso en el acto de cierre de campaña electoral de Unidas Podemos. Frases que en 2021 parecen fuera de lugar, pero que aún hace falta pronunciar.

Estas últimas elecciones madrileñas han puesto en valor el rol de la mujer en la política. Por primera vez hemos visto como la batuta del debate se compartía. Pero hemos vuelto a los viejos errores. La presidenta de la Comunidad de Madrid se refirió varias veces a Montero como la mujer de. Como si las mujeres no contaran con la fuerza y la capacidad de alcanzar puestos significativos sin ir de la mano de un hombre. Si esta idea sigue tan arraigada en el imaginario colectivo, aun con tres mujeres en el debate electoral, ¿seguirá siendo necesaria una ley que regule la paridad?

Dos argumentos destacan en contra. Por un lado, los que dicen que ya existe una igualdad de oportunidades y estas leyes vulneran esos derechos. Por otro, los que se preguntan dónde queda la idoneidad de los candidatos. Decir que existe una igualdad real es una forma más de invisibilizar los privilegios que todavía poseen los varones y añadir peso a los hombros de ellas. Somos nosotras las que no queremos o no nos esforzamos lo suficiente.

¿Los hombres están mejor preparados que las mujeres y por ello ocupan los altos cargos? ¿No existen otros mecanismos o conceptos que las dejan fuera de los puestos en los que se toman decisiones? No pensamos en los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres para alcanzar las esferas de poder. Porque sí, el techo de cristal existe y la división sexual del trabajo también. Y cuando una hace una pequeña brecha se busca una excusa para que no siga golpeando. La mujer de es ejemplo de ello.

No se puede aplicar una ley igualitaria sobre una desigualdad porque el resultado es un giro de 360˚. O lo que es lo mismo, te quedas en la posición que estabas. Por este motivo hace falta una discriminación positiva que no va en detrimento del otro sexo. Es más, que todos optemos a los mismos puestos de manera real nos beneficia. No es solo la mujer la que carga con el peso del patriarcado. Ellos son los encargados de encasillarse en ese modelo de hombre fuerte, autoritario, poderoso. Un traje en el que tampoco se sienten a gusto.  

La paridad en los debates y las listas electorales son la base para el incremento de la presencia y el empujón para el cambio cultural necesario. Si las mujeres no opinan, se calla el pensamiento del 50 % de la población. Una transformación simbólica que puede convertirse en una reparación material. La participación de mujeres y hombres en la toma de decisiones es vital para construir la democracia. Por tanto, la participación de ellas en los procesos electorales y el respeto es fundamental. Ojalá ninguna más sea la mujer de.