Carta abierta como homenaje a uno de los periodistas más emblemáticos de la televisión española
Querido Andrés Montes, han pasado diez años desde que dejaste una vida que siempre pretendías hacer maravillosa. Nos dejaste helados porque se fue el mejor de los jugones.
Llenaste de lágrimas pupilas que se paralizaron recibiendo la pasión por el deporte gracias a tu voz. Sin embargo, debo decirte que todos los sollozos han sido convertidos en estrellas en la maravillosa galaxia en forma de deporte y sobre todo, baloncesto.
Dos Eurobásket, dos anillos más de los Gasol, tres Euroligas (una del Barça en 2010 y dos del Real Madrid en 2015 y 2016), plata y bronce olímpico de la Selección Española de Baloncesto, la misma que acaba de recuperar el oro olímpico en China.
En encuentros no aptos para cardiacos como las semifinales jugadas ante Francia en 2015 y Australia de este mismo año, seguramente hubieras sacado tu prosa jovial y sentimental para tranquilizar nuestros corazones.
Lo que daría por escuchar tus chascarrillos cuando los gorros de Ibaka acabó en 2011 con Francia, cuando Pablo Laso impone su magisterio en los tiempos muertos y por supuesto, cuando el mítico los hermanos Gasol dieron el salto inicial en el All Star de 2015.
Si crees en el reino de los cielos, espero que desde tu cabina presencies como este deporte se hace cada vez más grande en el mundo.
Aunque parezca oportunista, debes saber que también fuiste pionero de que este deporte tenga la repercusión actual. No fuiste un Díaz-Miguel, un Fernando Martín y ni siquiera los juniors de oro.
Tu belleza comunicativa directamente proporcional al talento de Michael Jordan nos permitió soñar despiertos en los años 90 junto a otro fenómeno, Anthony Daimiel.
Puede que no lo creas allá dónde te encuentres, pero debo despedirme de ti con una pregunta hipotética. ¿Qué hubiera sido de muchos periodistas deportivos de TimeJust si nunca nos hubiéamos quedado boquiabiertos por tus emocionantes retransmisiones? Servidor se acordó de ti el pasado domingo en el WiZink Center.
