La escritora estadounidense Siri Hustvedt ha puesto el colofón a su carrera triunfando en Asturias.
Sira Hustvedt ha recogido el Premio Príncipe de Asturias de las letras del año 2019. Ha compartido protagonismo con la princesa Leonor, ya que ha dado su primer discurso en el Teatro Campoamor de Oviedo previo a la entrega de galardones.
Sin duda, se trata de un broche de oro a una carrera literaria que inició en una sociedad en la que la mujer estaba condenada a pasar por la vida de puntillas.
Por lo tanto, lanzó un discurso que pasará a los anales de la historia. No ha dudado en recalcar la importancia de sentir curiosidad por los detalles más insignificantes para componer la esencia de la vida. Además, ha recordado cómo la mujer ha pasado por épocas en las que la voz y su voto brillaban por su ausencia.
Por tanto, señala que la lectura ayuda a crear caminos labrados a base de libertad. Sin embargo, advierte que el mal uso del hábito lector puede promover prácticas peligrosas para nuestra sociedad.
«De pequeña solía maravillarme ante cosas corrientes: un tenedor encima de la mesa, una flor en un jarrón… de repente adquirían la extraña cualidad de un misterio metafísico«.
«¿Qué cambia y qué permanece igual? ¿Cómo conectamos el embrión del recién nacido y al adolescente con la anciana que está en su lecho de muerte? ¿Cómo sabemos lo que estamos tan convencidos de saber? Todos los niños tienen curiosidad«. «En mi pequeña ciudad había bibliotecas llenas de libros, con historias de personas que nunca había conocido en países en los que nunca había estado. Tenían aventuras y vivían justicias (…), sobre cautiverio, racismo y niñas a las que se las castigaba por no querer ser modosas y estar calladas y pensaba: ¿por qué es así? ¿Por qué no podría ser diferente? Los libros y las ideas pueden ser peligrosos, y pueden proporcionar formas de salvación, una vía de escape del dolor», ha finalizado.
Ayer cumplió uno de los sueños de todo escritor. Su trayectoria le avala. Lleva más de dos décadas publicando novela y ensayo, demostrando que no existe una edad definida para triunfar en el mundo de la literatura. Ha hecho lo más difícil, saborear la gloria en un mundo puntilloso, ya solo le queda disfrutar del placer de escribir.
