En la segunda jornada de la 76ª edición del Festival de Venecia se han podido ver a competición algunas de las películas más esperadas por diferentes razones; ya sea ‘The Perfect Candidate’ por ser una de las dos únicas cintas dirigidas por una mujer en sección oficial; ‘Ad Astra’, la cinta sobre el espacio de James Gray con Brad Pitt a la cabeza del reparto; y la gran triunfadora del día, ‘Marriage Story’ de Noah Baumbach.
The Perfect Candidate trata sobre una joven doctora de Arabia Saudí que pretende mejorar a nivel profesional, pero se ve limitada por ser una mujer. Pronto, a razón del destino se verá inmersa en una campaña municipal para ser la representante de su distrito y conseguir que asfalten la carretera que hay delante del hospital donde trabaja.
La cinta de Haifaa Al-Mansour llegaba a Venecia ya con cierta polémica no por ella, sino por la poca paridad que ha demostrado el certamen escogiendo solo dos películas de sección oficial dirigidas por mujeres -y que siendo presidenta del jurado Lucrecia Martel quizás acaben siendo reivindicadas-.
The Perfect Candidate es un crowd pleaser de manual: la historia es liviana y aunque denuncia el papel que juega la mujer dentro de la sociedad saudita, no deja de pasar por encima en los temas importantes para agradar al espectador en todo momento. No existe un conflicto que dinamite la película; y eso que el tema da para ello, pero no es lo que pretende. La cinta en todo momento quiere que el espectador empatice con la protagonista y su lucha personal (ayudada por sus hermanas) para conseguir que las cosas mejoren en su zona. Lo cierto es que consigue entretener y pese a sus líneas de guion generalmente de brocha gorda donde no hay denuncia social -una decisión totalmente lícita-, ‘The perfect candidate’ deja buen sabor de boca en el espectador y que él mismo sea el que se cuestione cómo funciona la sociedad que se está retratando. Película pequeña y algo menor.
Más tarde, en la segunda jornada ha llegado el estreno de la esperada nueva historia de James Gray, Ad Astra, un drama sobre Roy, un astronauta que viajará hasta los confines del sistema solar para descubrir qué está causando unas fuertes tormentas que amenazan con dañar el planeta Tierra.
Ad Astra es probablemente ese tipo de película que muchos espectadores dicen que la industria está empezando a evitar; eso es cine adulto con importantes temas que tratar. En esta historia la idea más importante que subyace a lo largo de sus dos horas de metraje es la relación personal entre Roy y su padre; a la vez que eso le ayuda a descubrir existencialmente qué es lo que quiere y quién es él.
Parece mentira que estos últimos años hayan sido infinidad de películas en el espacio (Gravity, Interstellar, Marte…) las que mejor hayan definido las emociones y problemas básicos del ser humano en el cine adulto; Ad Astra bebe de todas ellas, pero quizás el instinto de supervivencia que vivía Sandra Bullock en Gravity sea de la que más bebe la cinta de James Gray.
El director vuelve a ser guionista en su nuevo largometraje, y se nota: en ocasiones Ad Astra peca de pretenciosa e intentar abarcar mucho más de lo que puede a través del personaje de Brad Pitt (un hombre hermético que probablemente no sea el papel que necesita el actor para volver a estar en la pomada de los Oscar). Aunque en ocasiones el guion funcione porque el espectador sienta la necesidad de acompañar a Roy en la verdad sobre su padre y qué está pasando en el universo, la cinta intensifica el tono hasta unos monólogos interiores de Pitt que no hacen más que divagar sobre el propio existencialismo del ser humano.
Pese a todo, Ad Astra tiene un tercer acto magnífico que causará división -como toda la película- porque no es accesible y sobre todo, hay que entrar en la propuesta y dejar de lado cualquier concepción sobre las leyes del espacio que conozcamos. También es cierto que el tono de la película cambia, desde una primera escena de infarto -brutal la dirección de Gray-, hasta una persecución en la Luna o su último tercio donde el espectador o la toma o la deja.
Muchos espectadores aplaudirán la cinta y otros la verán pretenciosa; lo cierto es que la división de opiniones dotará a Ad Astra de un aura magnético que llevará al espectador al cine… ¿aunque al suficiente? Lo dudo.
Por último, ha llegado a Venecia el bombazo de la jornada y ha venido de la mano de Netflix -la polémica sobre la distribución sigue un año más-. Noah Baumbach presenta Marriage Story, protagonizada por Scarlett Johansson y Adam Driver.
Marriage Story trata sobre un matrimonio con un hijo que decide separarse y el proceso de esa separación al divorcio pasando por la custodia del niño.
Se puede asegurar sin temor a equivocarse que Marriage Story va a ser una de las películas del año y la veremos pasearse durante toda la temporada de premios. En este drama de personajes se presenta una historia de desamor, desde el distanciamiento hasta el odio, la ira, el dolor y el resentimiento. Todas esas emociones las viven Johansson y Driver que hacen un trabajo humano brutal y que consiguen que esta historia duela porque sus personajes son personas reales que pueden vivir eso en cualquier momento.
Baumbach retrata el dolor de una pareja que pone fin a su relación y que pese a que quieren llevarlo con la máxima dignidad posible no pueden; esta historia no va de amor, sino de desamor, y como ese daño puede (o no) ser irreparable.
La cinta nunca peca de tramposa, ni se le puede achacar que sus mecanismos sean maniqueístas; aquí ni los buenos son siempre buenos ni los malos son siempre malos; es un matrimonio que en pleno proceso de divorcio intentan hacer las cosas como pueden, porque no saben actuar de otra forma.
Scarlett Johansson interpreta a Nicole, una actriz que dejó aparcada una prometedora carrera tras conocer a su marido, carismática, empática pero también decidida. Adam Driver es Charlie, un director de teatro muy meticuloso que tenía la vida totalmente planificada hasta que su matrimonio salta por los aires. Juntos tienen una química increíble, aunque a priori no lo pueda parecer, y ambos logran destrozar al espectador ya sea a través de sus palabras o a través de sus lágrimas en la película. Pero además de ellos, hay varios secundarios de lujo, entre los que destaca sin duda alguna Nora, la abogada de Nicole, interpretada por una excelente Laura Dern; un personaje que parece durante el metraje que se va a quedar en la superficialidad del estereotipo que representa y que sin embargo llega un momento de la cinta donde se empodera y da uno de los monólogos más memorables que recuerdo últimamente. La nominación de los tres a los Oscar debería estar ya firmada y confirmada por la propia Academia de Hollywood (y al menos dos de ellos llevarse el premio a casa).
Pese a que es una historia que destrozará al espectador de lo cercana y real que la sentirá, la propia cinta tiene sus momentos desenfadados de comedia que harán reír y quitarán hierro al asunto; en eso Baumbach siempre funciona, ya sea para romper si el momento está siendo excesivamente dramático, como para demostrar que son humanos: no todo es malo y siempre queda un resquicio de luz y esperanza en el que superar los problemas.
Difícil veo predecir lo que está por venir en esta temporada de premios, pero si realmente The Irishman de Martin Scorsese recibe tan buena acogida como algunos esperan, Netflix va a tener a dos caballos ganadores en la plataforma. Marriage Story es una gran película porque refleja la vida y algunos momentos vitales a los que algunos no hemos llegado; y sin embargo sucede todo de manera tan orgánica y natural que lo crees y crees en sus personajes. Ojo al palmarés: Primera gran película de Venecia.
