El estreno de la segunda temporada de El cuento de la criada ha estado bajo la atenta mirada del público y la crítica tras una galardonadísima primera temporada. Sin las historias de Margaret Atwood respaldando el guion, la presión era añadida. Sin embargo, la nueva entrega llega cargada de reflexiones cada vez más reconocibles que no dejarán indiferente a nadie
Bruce Miller y su equipo de guion han sido los encargados de continuar la historia de June (Elisabeth Moss) y la República de Gilead. Pese a no contar más con el fundamento literario de la novela de Atwood, la serie ha conseguido mantener su esencia. El nuevo lanzamiento mantiene la brutalidad emocional que se ofrecía en la primera entrega. Todo ello acompañado de una estética cinematográfica cada vez más oscura.
La reflexión continúa siendo la máxima protagonista. No obstante, esta vez la crítica no está tan enfocada al autoritarismo que se plasmó en la primera temporada. En su lugar, se encuentra el debate ético al que las mujeres habrán de enfrentarse. Este conflicto interno se representa especialmente a través de la figura de June. Desde su personaje, se abordan cuestiones tan complejas y profundas como el privilegio. Es este el que, en una de las escenas del primer capítulo, le permite observar como espectadora pasiva e indiferente las atrocidades que sus compañeras están sufriendo.
La pasividad y la sumisión también retornan en esta ocasión, pero con otro propósito. Un llamamiento al levantamiento de las mujeres reales, más allá de la ficción. Este toque de atención se refleja a través de las graves consecuencias a las que se tuvieron que enfrentar las protagonistas por haber mantenido silencio en el pasado, dado que no creían ver sus derechos amenazados. No obstante, el enfoque desde el que se trata la sumisión en esta temporada ha evolucionado frente a la primera entrega. La rebeldía de June comienza a visibilizarse, en muchas ocasiones a través de simbolismo. El fuego y la sangre, por ejemplo, son símbolos del fin de la obediencia al régimen.
Otro elemento de importante carga simbólica es el corte de pelo de June. Normalmente, el cabello largo suele estar vinculado a una noción romántica, frágil y delicada de la mujer. Sin embargo, el momento en el que la longitud desaparece, hace acto de presencia la fuerza y el poder.
Los flashbacks siguen teniendo el papel imprescindible que poseían en la primera entrega. Esta técnica permite reconstruir las vidas pasadas de las protagonistas, que se corresponden con la actualidad. Mediante este recurso, se representa cómo ciertos patrones sociales actuales llevados a un extremo podrían desembocar en una distopía.
Bruce Miller busca llevar al espectador a un punto de reflexión sin retorno. Pretende romper con la distancia que el televisor impone al público, e involucrarlo en los dilemas éticos que los propios protagonistas han de enfrentar. Ya que, realmente, no son meras cuestiones ficticias, sino que tienen un trasfondo muy real y actual. Tal como Warren Littleflied, coproductor de la serie, dice: «El cuento de la criada dramatiza algunos de los tópicos sobre derechos humanos y nos ayuda a comprender cómo nuestra sociedad ha llegado hasta el punto en el que nos encontramos actualmente».