Comienza la 72ª edición del Festival Internacional de Cine de Cannes con la inauguración de la nueva cinta del director Jim Jarmusch, “The Dead Don’t Die”, que en España se estrenará el 28 de junio con el nombre “Los muertos no mueren”.
La nueva película del cineasta norteamericano trata sobre Centerville, un pequeño pueblo de la América profunda, que un día ve perturbada su tranquilidad por la invasión de una horda de zombis que amenazan con acabar con la ciudad. Entre algunos de esos personajes que tendrán que combatir con ellos se encuentra un cast liderado por Bill Murray, Adam Driver, Chloë Sevigny y Tilda Swinton, entre otros.
Jim Jarmusch no es un director proclive a crear metáforas dentro de su cine; él suele ser mero espectador, con su definido voyeurismo intenta presentar la vida de sus personajes, sin juzgar sus hechos o sus historias. En The Dead Don’t Die consigue frenar ese pulso narrativo y aunque en todo el primer acto el largometraje languidece ante una visión extremadamente introductoria, poco a poco va cambiando a una comedia de personajes donde la idea que maneja es bastante obvia: no seamos unos zombis de la tecnología y de la sociedad en la que vivimos; despertemos porque nos van a comer (si es que no lo han hecho ya).
Jarmusch, que también firma el guion, no consigue darle empaque a una cinta que se va volviendo más y más inofensiva a medida que suceden su segundo y tercer acto. Desde la aparición de los zombis hasta todo el ataque en el pueblo a los diferentes personajes, cada vez hay más chistes de humor blanco que al espectador le podrán sacar media sonrisa, pero que no elevan la película. De hecho, el director utiliza un errático juego meta con sus personajes que llegados a la parte final, no se sostienen por sí mismas.
Todos esos juegos con el espectador convierten The Dead Don’t Die en un buen entretenimiento (no hay tiempo para aburrirse), pero que acaba siendo una cinta bastante intrascendente.
De hecho, si sobreanalizamos el mensaje del director, quizás no entendamos a qué vienen muchas de las referencias que utiliza a lo largo del metraje, porque no sirven para hacer avanzar la trama en ningún caso. Especialmente significativo es uno de los momentos entre Adam Driver y Bill Murray donde a punto están de romper la cuarta pared y esa información hace reír al espectador, pero no deja ningún tipo de poso ni sirve para entender mejor la película.
Por otro lado, el numeroso grupo de actores funciona muy bien; Bill Murray está acostumbrado a participar en estas historias corales donde el caos reina entre todos ellos (con cómico resultado); Chloë Sevigny sigue aportando más a las cintas en las que participa; pero sin embargo las dos estrellas de esta función son Adam Driver y Tilda Swinton.
Adam Driver no deja de mostrar una y otra vez en Hollywood su versatilidad y su capacidad pese a tener un físico tan característico, de convertirse en personas con habilidades y personalidades diferentes. Si comparamos su antiguo papel junto a Jarmusch, “Patterson”, el cambio es bestial, ya que en esta el timing cómico que comparte junto a Murray eleva la película, que con otro actor probablemente habría hecho caer a todo el equipo.
Por su lado, Tilda Swinton ya ha demostrado que no le tiene miedo a nada; que es capaz de interpretar a los personajes más extremos y que hoy en día, pese a su físico también característico, es una de las actrices más versátiles que hay en todo el mundo. Su capacidad por arriesgar, normalmente acaba bien, pero es que en esta película literalmente roba todas las escenas en las que aparece, enfatizando un acento irish y siendo la novia de Kill Bill en unas escenas graciosísimas.
Los muertos no mueren no es una gran inauguración para Cannes; es entretenida, tiene un mensaje directo (quizás demasiado subrayado), y unos actores que cumplen bastante bien, pero cuando sobreanalizamos todo lo que la envuelve, se queda en tierra de nadie.
