El pasado 15 de agosto, los talibanes tomaron el control de Kabul y, por consiguiente, de la totalidad del país tras la retirada de las tropas estadounidenses en Afganistán. Su llegada al poder tras una larga guerra de veinte años ha desencadenado una grave crisis mundial por los millones de afganos que desean huir del régimen. Sin embargo, para ciertas potencias esta incertidumbre podría resultar beneficiosa desde el punto de vista político y estratégico. Te explicamos por qué.
China: relaciones fronterizas y riqueza mineral
Tras mucha especulación al respecto, el gobierno de China ha expresado oficialmente su deseo de «mantener el contacto con el nuevo gobierno afgano», encabezado por los talibanes, en una rueda de prensa dirigida por el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores Wang Wenbin. Este describió la intervención de Estados Unidos como un «claro ejemplo de imposición de los ideales propios» y declaró su propósito de contribuir en la reconstrucción de la paz en el país.
Al compartir un segmento de la frontera que los separa, la relación entre ambos países en prácticamente ineludible. Con la drástica retirada de las tropas estadounidenses, la nueva situación en el país vecino ofrece al gobierno de Xi Jinping una serie de oportunidades al mismo tiempo que abre la puerta a nuevos retos por solucionar.
Por una parte, Afganistán, un país asolado durante décadas por la violencia, pobreza y el extremismo cultural y religioso, esconde bajo su superficie uno de los mayores tesoros minerales de la Tierra. Las estimaciones han llevado a establecer su valor entre los dos y tres billones de dólares. Así, los beneficios podrían ser estratosféricos para quienes se decidieran a explotar estos yacimientos vírgenes, pero las potencias siguen reacias a intervenir en un territorio tan inestable políticamente.
Con la abrupta retirada de las tropas estadounidenses, China puede ver una oportunidad para tender puentes con el gobierno afgano que propicien una participación en la extracción de estos bienes. Además, el régimen talibán vería con buenos ojos un acuerdo mercantil, necesitado como está de inversión extranjera dada la retirada de las ayudas procedentes de las potencias occidentales y la fragilidad de su economía interna.
Por otra parte, la coyuntura actual no deja de tener un riesgo en el orden político mundial y China no está ajena a esta preocupación. Si cabe, su situación es más delicada debido al temor de que el radicalismo atraviese la frontera y contagie a la ya agitada zona de Xinjiang, donde se ha impuesto un sistema de vigilancia mediante cámaras y otros medios con el que informar de qué ciudadanos profesan la religión islámica o no son leales al Partido Comunista , desencadenando fuertes protestas. De este modo, Wenbin ha aprovechado para aconsejar a los talibanes que «rompan relaciones con los grupos terroristas y cooperen para garantizar la paz»
Rusia: estrategia anti-estadounidense y geopolítica
Junto a China, Rusia fue uno de los pocos países que menos se alarmó ante la nueva crisis afgana. Es más, el embajador ruso en la capital se reunió con un representante del grupo talibán tan solo 48 horas después de la toma de Kabul y el enviado del presidente Putin, Zamir Kabulov, afirmó que «es mucho más fácil negociar con este nuevo gobierno que con el de Ghani» el antiguo presidente de Afganistán, quien se vio obligado a huir del país viendo el imparable avance de los talibanes.
A pesar de que Rusia se ha mostrado tajante con el terrorismo en los últimos años y ha calificado como tales a los talibanes, incluyéndolos en su propia lista de organizaciones prohibidas allá por el año 2003, las reuniones con miembros de este colectivo no han dejado de producirse.
Aunque sin pruebas concluyentes, se ha especulado sobre la ayuda diplomática y económica que podría haber estado prestando Rusia al régimen talibán durante muchos años, en un intento por aumentar su influencia en el país que ha pasado a denominarse su patio trasero. El motivo principal de esta implicación no sería otro que contrarrestar la injerencia de Estados Unidos, su gran rival, en Oriente Medio, aprovechando la ventajosa localización geográfica de la región en sí, colindante con Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán, todos ellos países aliados de Rusia.
No obstante, el gobierno ruso también se enfrenta a la amenaza que supone el ascenso de los talibanes para la propia región, que ya se ha visto fuertemente afectada por ataques yihadistas. Además, el recuerdo del fracaso en su anterior intervención en Afganistán, que terminó contribuyendo a la desintegración de la Unión Soviética, exige una importante premeditación antes de decidir inmiscuirse en su política de nuevo. Por este motivo, Moscú se mantiene expectante y reacio a tomar medidas, al menos, en las próximas semanas.
A la espera de ver cómo evoluciona el conflicto afgano a lo largo de las próximas semanas, tan solo podemos afirmar que esta crisis está destinada a desestabilizar completamente la política mundial y provocar grandes cambios en la organización establecida hasta el momento. Si bien la mayoría de los países están preocupados por las consecuencias negativas, otros siguen el refrán de «Si no puedes con el enemigo, únete a él» que nos dejó el emperador Constantino y aspiran a beneficiarse de este clima de incertidumbre.
