Ocho y cinco de la tarde: no más aplausos a sanitarios por hoy

Se habla en abundancia del aumento de camillas ocupadas en los hospitales por la epidemia del coronavirus, pero hay otra epidemia que desocupa hospitales por una patada por la espalda, a empujones, obligando a soltar los uniformes. Y luego vendrán los aplausos.

La Junta de Andalucía ha echado a la calle a 8.000 sanitarios. Miles de profesionales que se dejan el tiempo dentro de los pasillos de los hospitales, sin aliento, con marcas en sus rostros, doblando turnos en las condiciones más precarias imaginables. La OMS ha felicitado a España por su gestión de la pandemia y la vacunación, y España, por supuesto, felicita a los sanitarios que se han jugado el cuello para ello. Los felicita con un “venga, fuera, fuera, gracias por todo”. Que no falte la consideración. Aquí se consideran los datos de la Consejería de Salud, de los 20.000 contratos que se han hecho como refuerzo y de los que únicamente renuevan 12.000. Que no hay un presupuesto «ilimitado», dice el consejero de Salud de la Junta de Andalucía, Jesús Aguirre. Los cuentos nunca faltan. 

La Comunidad de Madrid fue la región española que más contratos de refuerzo covid ha firmado, con más de 11.000, cubriendo una renovación hasta el próximo 31 de diciembre pero con una incertidumbre de cara al 2022 como sorpresa entre uva y uva. Aquí, la Consejería de Sanidad se lo ha tomado con humor y ha hecho la gracia del día: estudiará el caso «centro a centro» para «evaluar» cuántos serán los contratos que se mantendrán. Según las necesidades.

Porque, por supuesto, se necesitan cientos y cientos de despidos de sanitarios. También se necesita al ejemplar hospital de emergencias Enfermera Isabel Zendal que formalizó Ayuso por posturear un poco: pese a la baja ocupación actual, en el centro aún siguen trabajando 439 profesionales que atienden a menos de 39 ingresados. El caso del almacén Zendal es la guinda del pastel y, mientras cierran centros de salud, más de 150 millones de euros se concentran entre estas paredes. ¿Va a decir usted también que hay “presupuesto ilimitado” por aquí, Ayuso?

«Las comunidades prescinden al menos de 21.000 sanitarios«, abrían titulares. Galicia también se ha sumado a esta purga: en torno a 1.200 sanitarios despedidos entre noviembre y diciembre. Otras miles de personas que se quedan con un futuro incierto, con las cuentas al día, con una lista de espera y un teléfono pegado a la mano para comprobar si les llaman en algún momento.

Todo esto para un miserable contrato con fecha de caducidad, para que les reduzcan turnos (y, por tanto, el sueldo). Para que estén buscando más cursos y estudios específicos con los que sumar experiencia y ganar tiempo. Todo el mundo sabe que la experiencia paga el alquiler del piso (alquiler, porque un piso comprado ya es tener unas expectativas económicas superiores en el caso de los que muchos -ancianos- consideran “generación de cristal”; señor, ya se le advierte que ni el cristal aguanta lo que todos estos trabajadores… Pero usted a lo suyo).

Algunos sanitarios se han puesto manos a la obra con las matemáticas: 55 horas de trabajo, de las cuales 18 horas serían para estar con otro pijama puesto, más de siete horas en el coche, costando cada una 10 euros de diésel normal aproximadamente, una miserable hora de descanso, búsquedas de cursos puntuales para optar a un contrato próximo a casa… Y este solo es un caso que una trabajadora ha querido compartir, entre cientos que se escuchan pegando un poquito la oreja al pie de los centros de salud. Para que luego se les reproche por no ser un robot perfecto en su trabajo. Que tienen que ser una cobaya de laboratorio y estar dispuestos a ejercer las diferentes labores que se les “soliciten” en su horario laboral, aunque se distancie de la especialidad. Que tienen que ser perfectos todo el tiempo que dure el turno, y no solo basta con ejercer correctamente su labor y atender como se debe a las peticiones y necesidades. Tienen que ser per-fec-tos. No humanos.

Madrid, además, censura a los sanitarios

A estos humanos los echan de patas a la calle a la más mínima de turno y les reprochan “los aplausos de las ocho” (se ve que más de un boomer se desgastó las palmas de las manos en los balcones, pobrecitos). Y si un trabajador tiene la fortuna de ejercer en Madrid, ojo: que les pueden fastidiar desde el gobierno de Ayuso por denunciar una auténtica realidad. Mención especial a la presidenta, de nuevo, por una ley donde obliga a que sanitarios “nunca actúen por su cuenta”.

Vamos, que desde 2020 los trabajadores sanitarios no pueden hablar con los medios para aclarar lo mal que huelen las cloacas del sistema sanitario que los políticos se niegan a admitir. “Algunos se deciden a hablar sin miedo cuando ya están a punto de jubilarse. Es bastante llamativo porque es entonces cuando ya no tienen nada que perder y no tienen miedo a represalias”, aseguraba a El País la representante de CCOO, Isabel Galvín.

Pedro Sánchez se ha sumado a los homenajes públicos -para algo está el presidente, para dar palmaditas en las espaldas de vez en cuando-: «Ahora que se habla tanto de patriotismo y banderas, lo que estamos haciendo los españoles es el mejor de los patriotismos, el de los sanitarios y la lucha en común frente a la pandemia». Normal que la gente siga sin sentirse patriota, señor Sánchez. De nada sirven los aplausos, ni los homenajes en los Premios Princesa, ni galas de homenaje por Zamora, ni esculturas en honor a los sanitarios en Sevilla, ni unas palabras por cortesía de Juanma Moreno. Ni el homenaje del Colegio de Médicos de Huesca a los sanitarios jubilados en la entrega de sus Premios Científicos. Jubilados, por cierto, hay que remarcar esta palabra: jubilados. La cola que hay detrás de estos, aún en una fila descuidada por el Gobierno, pone la palma para recibir el verdadero reconocimiento: un contrato y un sueldo digno. No piden más ni menos, piden algo digno.