Según dice Joan Margarit, la llibertat és quan comença l’alba en un dia de vaga general. Las huelgas, la palabra se queda pequeña para lo que suponen. Es hermandad, es trabajo y es lucha. Unidad obrera por la dignidad de unos trabajadores y un oficio. Es lo único que nos queda.
Bien lo saben los mineros, Altos Hornos, Euskalduna, docentes, taxistas, estibadores, las kellys, y recientemente, los trabajadores de Amazon. El paro de estos últimos del día 21 en Madrid ha registrado un seguimiento de más del 98% de la plantilla. Un éxito empujado por una empresa que se expande y aumenta en beneficios, pero que recorta en derechos laborales y en sueldos. Así se hace el dinero, ya que según la revista Forbes Jeff Bezos es el hombre más rico del plantea. El fundador de Amazon almacena 112 mil millones de dólares y sin despeinarse.
Ni un derecho se ha conseguido sin huelgas, sin presión o sin luchas. El problema viene cuando criminalizan al que se defiende. Cuando los controladores aéreos «fastidian» las vacaciones a miles de familias por querer su sueldo y no ceder. O cuando los estibadores nos «costaban» tantos millones de euros al mes de multa. Ese es el interés de las cúpulas, enfrentar a la clase obrera para evitar su organización. Se nutren, a parte de la mano de obra trabajadora, del odio. ¿Vienen los inmigrantes a quitarnos los puestos de trabajo? Pues no, no vienen a eso. Vienen a intentar vivir dignamente, somos la misma clase obrera.
La dignidad, lo último que te queda cuando te quitan todo. Cuando quedas reducido a una mano que produce, que ni siente ni padece. No hay nada mas digno que un estudiante, que un obrero, una obrera o un jubilado poniendo en jaque al Estado. Es una forma de amor, y el más puro ejemplo de libertad.
