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Carla Antonelli: «¿Qué vamos a debatir? ¿Si yo tengo que pasar por un psiquiatra antes de que me den un DNI?»

Carla Antonelli, una mujer que ha roto barreras y ha visibilizado la realidad trans, de la que asegura que «no somos ninguna teoría». Hablamos con ella de la polémica con la Ley Trans que prepara el Gobierno y la visibilidad del colectivo transexual.

PREGUNTA. ¿Crees que es positiva la Ley Trans?

RESPUESTA. Es positiva y necesaria. Es justa y, además, es un compromiso electoral tanto del PSOE como de Unidas Podemos, y uno de los puntos del acuerdo de gobierno de investidura.

P. Hace un par de meses, un sector del PSOE sacó un argumentario muy duro contra la Teoría Queer, y usted fue muy contundente en redes sociales. Cuando leyó ese argumentario, ¿Cómo se sentió?

R. No me sentí identificada. No es ningún principio ni ningún acuerdo que se haya adoptado y que se haya tomado en ninguna Conferencia Política. Yo estoy donde estoy, no me he movido ni un milímetro, y el lugar donde estoy es en las resoluciones que se han emitido en las Conferencias Políticas del PSOE, y, entre ellas son, evidentemente, la despatologización y la autodeterminación. Así están recogidas y, por eso, de hecho, luego se plasmó en el programa electoral con el que concurrió Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno de España.

No me puedo sentir identificada con algo que no camina a la par de toda nuestra trayectoria como partido en la defensa de los derechos LGTBI. A lo que hay que sumarle todas las leyes integrales de transexualidad que hemos presentado y también aprobado en Comunidades Autónomas. Si todas estas leyes hablan desde la despatologización y la autodeterminación, quien quiera entender, que entienda.

P. ¿Crees que Pedro Sánchez acabará aprobando la Ley Trans que está preparando el Ministerio de Igualdad?

R. Sí, así de rotunda. Pedro Sánchez tiene un compromiso nítido y absoluto con el colectivo de las personas trans. No nos tenemos que remontar al discurso de investidura para oírle hablar de una Ley Trans, tenemos que recordar la apertura de este nuevo año en el Senado, donde volvió a recordarla. Si, además, nos queremos ir a hace menos de siete días, tenemos que rescatar a la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, hablando clara y nítidamente de que no existe ningún conflicto ni debe existir. Que vayan paralelos y de la mano los derechos de las personas trans, y la lucha histórica del feminismo porque feminismo somos todas las que somos aquí. No hay carnets a repartir y, afortunadamente, nadie los otorga.

P. ¿Crees, como defienden algunas feministas, que es necesario un debate previo a la Ley Trans, o ese debate ya se ha producido?

R. Los derechos humanos no se debaten. No se debate si los negros tenían que ser libres o esclavos, los negros tenían que ser libres, evidentemente.  ¿Qué vamos a debatir, si yo tengo que pasar por un psiquiatra antes de que me den un DNI? ¿Es que estamos locos? ¿Es que yo me voy a sentar a una mesa con alguien para que decida si yo tengo que pasar por un psiquiatra? La lucha histórica del movimiento de la mujer, precisamente, es por quitarnos de encima las tutelas y los tutelajes. La lucha histórica del feminismo es para decir que somos algo más que úteros y vaginas, que no hemos venido a este mundo a procrear y a darle niños a los hombres y en casa con la «pata quebrada». Precisamente, venimos a decir que somos mucho más que todo eso, que somos cerebro, que somos pensamiento y que somos completamente autónomas.

No hace demasiadas décadas, en este país había una dictadura donde las mujeres estábamos absolutamente relegadas, y pasábamos de la tutela de nuestros padres a la tutela de nuestros maridos y la que se podía emancipar, era porque era viuda. Entonces, lo único de lo que estamos hablando es de autodeterminación, de que nadie decida por ti.

Estamos delirando un poquito con toda esta situación, sobre todo, porque la ley marcó un hito histórico: la no necesidad de una cirugía genital para poder modificar la partida de nacimiento y DNI. Se consagró, desde hace trece años, el derecho a la identidad de género. ¿Vamos a utilizar las mismas herramientas que ha utilizado el patriarcado y el machismo recalcitrante en contra de nosotras, las mujeres, para desacreditarnos?

Nos estamos olvidando que hay más de 50000 personas, que no somos ninguna teoría, que somos seres humanos, que se nos está vapuleando. Se han multiplicado por cuatro las atenciones de trabajadores sociales a adolescentes trans por el acoso inmisericorde que se está ejerciendo sobre ellos. Vamos a ver si aterrizamos, porque de lo que estoy convencida es que dentro de tres años, esto será una ley y nadie de los que estuvieron en todo este movimiento transexcluyente va a decir que estuvieron. Tendremos memoria suficiente para recordar nombres y apellidos, y que cada cual sepa lo que lleva y carga en sus mochilas.

P. ¿Cómo ve al movimiento feminista?

R. El movimiento feminista no es uno solo. A lo largo de su historia, ha estado creciéndose y nutriéndose de sus propios debates. Además, la propia Teoría Queer surge dentro del propio movimiento feminista. ¿De qué estamos hablando? Amparo Rubiales, histórica feminista, detalla que «nadie borra a nadie». Habiendo temas tan importantes, como que nos están asesinando, como la brecha laboral, sobre cómo nos está afectando a las mujeres la situación de la pandemia, que una serie de personas hayan decidido que lo prioritario es luchar, además desde un punto de vista misógino. Es que es todo tan delirante que si escarbas un poco, te encuentras de ideología hay bien poco. Hay bastante más de una cuestión de asumir un puesto de visibilidad que te lleve al poder, porque posiblemente, a lo mejor, ya no están en los circuitos políticos en que se encontraban antes. 

Voy a ser fina, porque hay fotos de personas hace tres años, detrás de una bandera tras, agarrándola al lado mío, en la puerta del Congreso de los Diputados, después de que se aprobó la toma en consideración de la reforma de la Ley 3/2007, registrada por el PSOE. ¿Qué dice el punto 4 de esa reforma? «La solicitud de ratificación registrada de la mención de sexo no precisa de más requisitos que la declaración expresa de la persona interesada de nombre propio y sexo con el que se siente identificado/a, que se expresará en una declaración que deje reflejada la voluntad». Es decir, la autodeterminación. El punto dos asegura que para «adquirir esto no se podrá condicionar en ningún caso a haberse sometido a ningún tipo de cirugía, a terapias hormonales o tratamientos psiquiátricos o de cualquier tipo». Esto se llama despatologización. ¿Cómo te va a pedir un diagnóstico de disforia de género cuando la OMS hace dos años descatalogó la transexualidad como trastorno mental? Hay tantas mentiras, bulos y maldades sobre todas estas cuestiones, sobre un texto que todavía no está escrito y da por hecho. Mucha gente cree que estamos hablando sobre un texto que ya está hecho y plasmado y eso no es cierto.

P. ¿Hay que elegir entre Irene Montero y Carmen Calvo?

R. ¿Por qué tengo que elegir entre mamá y mamá? Carmen Calvo es Carmen Calvo, e Irene Montero es Irene Montero. Ambas están haciendo una función. El Ministerio de Igualdad siempre es el que más ataques ha tenido cada vez que ha existido. Solo hay que recordar a Bibiana Aído, cómo la vejaban. “El batallón de modistillas” con el que se referían a las ministras de Zapatero. ¿Por qué tengo que elegir entre una y otra?

P. ¿Ha vivido transfobia a lo largo de su carrera política?

R. Sí, por supuesto. Cuando intervenía las primeras veces en la Asamblea de Madrid una diputada del Partido Popular me mariconeaba. El antiguo director de Telemadrid se refería a mí en masculino en la Comisión de Telemadrid. Las personas trans lo sufrimos día a día. Hay un prejuicio latente de que ser trans te imposibilita a trabajar y hacer lo mismo que los demás. Yo soy muy resiliente y de lo malo saco bueno, y eso me hace crecerme.

P. Usted fue la primera mujer trans en entrar en un cargo de representación pública. Petra De Sutter fue nombrada viceprimer ministra en Bélgica, la primera de Europa. Sarah McBride fue escogida senadora en EEUU, la primera senadora trans. ¿Cómo lo valora?¿Cree que es necesario esa visibilidad que dan los puestos de poder?

R. La realidad es que nadie borra a nadie. Había un tiempo en el que algunas mujeres blancas creían que las negras iban a quitarles espacios. Eso ya es cuestión de cada una. Cuando sucede algo por primera vez sale a luz que no había pasado antes y, si no ha pasado, no es por falta de capacidad, sino por una montaña de prejuicios.

P. ¿Se ves en algún puesto de mayor visibilidad, como candidata a la Comunidad de Madrid o como ministra?

R. No. No tengo aspiraciones en ningún momento a todo eso, si no a lo que se va labrando en el día a día. Estoy muy orgullosa de lo que hemos logrado estos años en la Asamblea de Madrid: la Ley Integral de Transexualidad, la denuncia de los niños robados, la denuncia de los menores en la red tutelar. No soy una persona trans que lleva las cosas trans como algunos pudieron llegar a pensar en un principio. Estamos aquí para llegar más allá de la T, pero sin olvidarla. 

P. Alan, un joven trans de sólo 17 años, se suicidó por no aguantar la presión. No es el único caso, y hay numerosos estudios que apuntan a las altas tasas de suicidios e intentos de suicidio entre el colectivo. ¿Cómo se siente? ¿Qué cree que se podría hacer para evitarlo?

R. Me siento fatal. Esas son las grietas que existen todavía en esta sociedad. No es inocuo ni es gratuito la presión que se está ejerciendo sobre personas que se están formando y creciendo. No vale que cuando una persona trans se suicide elevemos la mirada al cielo. Es importante la implementación de leyes que, al menos, aminoren todas estas situaciones, para ello es importante una Ley de Transversalidad Trans que vertebre todas estas medidas en la cotidianidad de estas personas, bajo los principios de despatologización y autodeterminación. No pueden crecer niños y niñas pensando que un psiquiatra ha tenido que ver si no estaban locas con su propia identidad y sexo sentido. De la misma manera que ya no hay niños que crecen pensando que no se podían casar porque la ley se los impedía.

P. ¿Qué le diría a una persona trans que tiene miedo a contarle al resto su identidad de género?

R. En esta vida no hay nada más importante que el derecho a ser tú mismo. La propia libertad y el ser tú es siempre mucho más gratificante que la oscuridad de un armario o el pensar durante toda tu vida que no hiciste algo que tendrías que haber hecho. Entiendo los sentimientos encontrados por ese ataque frontal que se produce en muchos casos.

P. Imagínese que una persona trans se acerca a usted y le cuenta que no quiere seguir adelante por la transfobia y la incomprensión que vive ¿Cómo le ayudaría?

R. La cabeza alta y de frente siempre. Si no te puedes hacer entender en tu propio entorno familiar, también tienes que tomar decisiones. Todo es entendible y comprensible. Cada familia tiene su mundo y es un caso, pero la pedagogía es importantísima. No solo hacen falta leyes, sino también la educación y la pedagogía son instrumentos esenciales. Si existe una situación de violencia familiar, hay que denunciar.

P. La serie Veneno ha sido un boom absoluto, ayudando a la visibilidad y no solo a las mujeres trans sino a las prostitutas y a una mujer que sin pretenderlo derribó muchas barreras. ¿Cómo valora esta serie y la visibilidad de Cristina Ortiz?

R. La serie, y la propia figura de Cristina, es el espejo en el que España no quiso mirarse en los años 90. Sacó a flote una situación de personas que nos fuimos de nuestras casas y que no eran aceptadas familiarmente. Se sintieron de pronto descobijadas y terminamos en una esquina de un parque de este país. Son historias de caerte y volverte a levantar. Pero de tanto caerte y levantarte llega un día que no puedes más y te aplasta contra el suelo. Antes de Cristina, estaban los 80 y Bibiana Fernández, en una época en la que España se comenzó a concienciar de las personas trans desde cierto respeto y no desde la estereotipación. Sería falaz decir que la visibilidad trans empezó con Cristina. Ella muestra la crudeza de personas con un desarraigo absoluto, que se levantan y vuelven a caer y al final son aplastadas.

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