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Meritxell Colell: «El cine tiene el poder de tejer comunidad»

Mertixell Colell, directora de "Con el viento" / Fuente: elperiodico.com

El pasado 23 de noviembre se estrenó en las salas de cine españolas la película Con el viento, ópera prima de Meritxell Colell, a quien hemos tenido el gusto de entrevistar

Durante el pasado Festival de Málaga, mi plan de acudir a la clase magistral de Guillermo del Toro se truncó y entré a ver, de rebote, para hacer tiempo hasta el siguiente pase de prensa previsto, Con el viento, la película con la que debuta como directora nuestra entrevistada, Meritxell Colell. Doy gracias al dios que fuere por esta casualidad que me llevó al visionado sentimentalmente más emocionante de este año. El film de esta catalana de raíces burgalesas no ha parado de cosechar elogios en cada festival en cada festival que se ha presentado y, por fin, se estrenó para delicia del espectador medio el pasado viernes en cartelera.

TimeJust: ¿Cómo y cuándo surge la idea de hacer Con el viento?

Meritxell Colell: Surge del deseo de retratar el pueblo de mi familia materna. En 2005 murió mi abuelo y justo después me dieron una beca para estudiar en Buenos Aires. Me fui por seis meses y, al final, estuve tres años. Cuando volví, sentí la urgencia de retratar a mi abuela y su entorno como un homenaje hacia aquello que comienza a ser frágil. Y, por otro lado, también sentí la necesidad de expresar mediante el cine qué ocurre cuando vuelves y sientes extrañeza al transitar por un espacio que conoces y desconoces al mismo tiempo. A partir de esto comienzo a especular sobre cómo se debe sentir alguien que ha estado fuera un período más largo, y ahí es cuando se genera la ficción.

TJ: Tu película, por tanto, versa fundamentalmente sobre el desarraigo. ¿Crees que este es un trasunto generacional?

MC: El desarraigo no es solo generacional sino también global. En la película, claro, esta perspectiva que mencionas está presente en la protagonista, una bailarina de danza contemporánea que se ve forzada a emigrar de un país que no apuesta por su disciplina. Pero también hay otro desarraigo que es el que genera la ciudad, algo de lo que quizá no he sido tan consciente hasta el momento de hacer la película. La ciudad te desarraiga con su fragmentación del tiempo y del espacio, con su apertura a miles de pantallas que hacen muy difícil que puedas pararte a comprender. Por eso, este retorno al pueblo que se aprecia en la película significa un volver a la tierra, al presente, a pequeñas cosas como jugar a las cartas.

TJ: Lo preguntaba porque parece un latemotiv en muchos directores actuales, como es el caso de otra película premiada en el pasado Festival de Málaga: Las distancias, de Elena Trapé.

MC: Efectivamente somos una generación de cineastas muy interesadas en explorar la vida a través del cine y el cine a través de la vida. Quizá hay una necesidad, sí, generacional de encontrar esos vínculos a los cuales se accede a través de una comunidad. El cine es muy poderoso en ese sentido. Tiene el poder de tejer comunidad, algo muy importante en estos tiempos de individualidad creciente. También, todo esto tiene que ver con episodios que hemos ido viviendo en España en esta última década marcada por la crisis. El 15-M abrió un debate en torno a cambios de estructura a todos los niveles. Nos hizo reflexionar acerca de maneras nuevas de convivir y de establecer lazos.

TJ: Uno sale de ver tu película, o al menos yo salí así, con la sensación de haber crecido espiritualmente de una manera casi religiosa. Al fin y al cabo, religare en latín significaría algo así como volver a unir, volver a establecer vínculos perdidos. Es una película que trata sobre el desarraigo pero de la que sales esperanzado.

MC: Claro, porque de lo que se trataba era de hacer un viaje de reconciliación. Para mí la cotidianeidad puede ser sanadora y la película narra precisamente eso, de la sanación, de cómo una familia se recupera de un golpe duro, de una herida profunda. Yo concibo el cine como un canto a la vida y no como un espacio de pesimismo y negatividad.

TJ: Ruedas todo el film en un paraje burgalés de condiciones climáticas muy duras y consigues extraer belleza de un lugar ascético. Esto me recordó a un verso del poeta Alejandro Simón Partal: “Hay momentos que de tanta soledad, improvisa cualquier cosa la hermosura”. ¿Cómo fue tu improvisación de la belleza?

MC: La belleza está en lo esencial, en lo sencillo. Nosotros pasamos por un proceso de creación que consistía, en cierto modo, en la depuración hasta llegar a lo esencial. Ahí es donde reside lo poético, donde hay que esperar, donde hay que prestar atención a aquello tan complejo en su sencillez. La película se construye a partir de paisajes y rostros que se relacionan entre sí de manera polisémica.

TJ: Da la sensación de que has necesitado ser muy paciente para sacar el proyecto adelante, ya no solamente porque han pasado más de diez años desde que tuviste la idea hasta que ha dado a luz, sino porque, según mis fuentes, tienes unas 40 horas de metraje que han quedado reducidas a una hora y cuarenta y cinco minutos. Es como si buscases la imagen justa.

MC: Como he dicho antes, yo intento ir a lo esencial y, para ello, hay que depurar mucho. Fue un proceso larguísimo, pero era necesario. Además ha sido una experiencia muy bonita porque he evolucionado a la par que evolucionaba el proyecto. No soy la misma ahora que cuando empecé. Por otro lado, el cine es un arte compartido, que se construye en equipo, y eso también requiere su tiempo. Si se hubiera quedado en una creación rápida, nos hubiéramos dejado muchas cosas en el camino

TJ: ¿Te costó mucho reunir los medios necesarios para realizar Con el viento?

MC: Sí, la verdad. El proyecto tiene dos hitos. El primero es en 2014, cuando conocí a Mónica García y sentí que por fin había encontrado a la persona que podía encarnar al personaje principal en todos los sentidos. El segundo es cuando nos seleccionan en el atelier del Festival de Cannes, lo que nos da el impulso final al productor, Carlos Brugueras, y a mí para pensar que ya había llegado el momento. Le debo mucho a Carlos. Confió en mí y apostó por este espíritu neorrealista, guerrillero, casi político, de grabar con un equipo pequeño altamente comprometido. Desde febrero hasta ahora hemos compartido la película en muchos festivales y se suele invitar a la cineasta a hablar de su obra en singular, pero esto es un trabajo colectivo. Por ejemplo, el guion es mío, sí, pero construido con las actrices. La autoría, por tanto, independientemente de lo que aparezca en los créditos, es compartida. Ha sido un trabajo colaborativo y es algo que quiero remarcar aquí.

TJ: Creas la película con un presupuesto de mínimos, eliges como marco un ambiente rural y como personajes a una clase campesina, el reparto es casi exclusivamente femenino… Da la sensación de que en todo momento hay cierta vindicación política sin hablar en ningún momento de ello literalmente.

MC: Con el viento es una película muy política. Trata sobre la resistencia en todos los sentidos. (toma una pausa y reitera) En todos los sentidos. Se trata de un tipo de cine que resiste sobre mujeres que resisten en un campo, un hábitat, que resiste.

TJ: Ana Pfaff, Diana Toucedo, Carla Simón son, junto al tuyo, nombres propios de nuestro cine actual. Son además unos nombres asociados a una sensibilidad muy concreta, a una manera especial de rodar y a una ciudad, Barcelona. ¿Crees que os habéis consolidado como una especie de escuela o tendencia?

MC: No creo que seamos una escuela y no creo tampoco que queramos serlo. Lo que existe es un sentido de comunidad. Justamente porque es tan difícil hacer cine es importante encontrar personas con las que puedes tener sintonía en la creación. Estas realizadoras que has nombrado y otras más hemos crecido juntas con Cine En Curso, que es un proyecto enfocado a compartir y transmitir nuestro arte. Hay que fortalecer y promover este tipo de iniciativas que fomentan la diversidad y el apoyo mutuo en el mundo del séptimo arte.

TJ: Para terminar, me gustaría preguntarte si estás trabajando en una nueva película.

MC: Sí. Estoy trabajando con Mónica García otra vez en una ficción llamada Dúo. Retomamos su personaje nueve meses después de volver desde el pueblo a Argentina y trata de una gira que realiza con su pareja, también coreógrafo, en un viaje que abrirá todo tipo de brechas sobre quiénes son como pareja, como bailarines… Es una road movie por el noroeste de Argentina y por Chile, un atravesar el desierto en el que se muere para renacer.

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