Crítica de uno de los principales estrenos del cine español durante el mes de enero, Malasaña 32.
Los sustos con sus posibles consecuentes pesadillas han llegado al hogar del público español gracias a la producción de la última obra de arte de Albert Miró, Malasaña 32 ha sido el reflejo de una película de terror que ha roto muchos prejuicios hacia este género.
Durante los últimos años se han incrementado las quejas continuas sobre una gran cantidad de filmes de terror lleno de sobresaltos para el corazón del espectador sin un peso argumental determinado.
Para colmo, al tratarse del cine español, muy criticado por calificativos de “simple” y de “humor fácil” por muchos de sus analistas, la combinación se vaticinaba como complicada.
Nada más lejos de la realidad, el proyecto de Albert ha cogido la bifurcación necesaria hacia su destino. No era otro que conquistar el corazón del cinéfilo que cada habitante lleva dentro.
Tal y como explicó a servidor la escritora Inés Plana en una entrevista en septiembre del año pasado, “la voluntad es contar algo macabro dotando de belleza” a una trama llena de asuntos macabros con antítesis de realismo y fantasía.
Los sustos y los fenómenos paranormales dignos de creyentes metafísicos se superponían en un falso orden como piezas de un puzzle que parecían encajar en el tramo final de una obra de arte que ha visto cómo la joven Begoña Vargas continúa dando pasos de gigante hacia su estrellato artístico.
La joven madrileña, donde va, triunfa. Su fuerte carácter combinado de un corazón noble y puro que manifiesta un fuerte enternecimiento en su mirada transparente ha reflejado el hilo argumental de una historia tan rocambolesca como digna de muchas de las locuras del destino.
Para colmo, su evolución ha sido seguida minuciosamente por una compañera que es toda una veterana, como Concha Velasco. Cuánta admiración puede sentir el espectador al presenciar el brillo de sus ojos, la eficacia comunicadora y su sensibilidad permanece inmortal a la evolución del cuerpo humano. Gracias a Albert por combinar tanto talento artístico en una organización sobresaliente.
