La contemporaneidad en el arte ha sido un fiel reflejo de la crisis de valores que ya se venía fraguando desde la primera revolución industrial. Si bien, esta crisis de valores se ha desarrollado intrínseca a la filosofía, la cual desgrana el sentido del arte y de la vida misma
Arte, Filosofía y Nuevas Tecnologías
En las manifestaciones artísticas propiciadas a partir de la segunda mitad del siglo XX se aprecia de manera determinante la irrupción del nihilismo como fiel reflejo del modo de vida del individuo ante la crisis moral surgida por la multiplicación de discursos y la crisis de valores; una confrontación que supone la falta de ejemplaridad por parte de los Estados y que encuadra la decadencia del mundo occidental y de sus tradiciones políticas e intelectuales tras dos grandes guerras mundiales que dejaron huella no solo en los Estados, sino también en el espíritu de los pueblos.
En esta nueva era se reconoce que esta modernidad basada en los ideales ilustrados ha fracasado. Esta línea, llamada posmodernidad, tilda el momento histórico actual como sistema capitalista supranacional y lo define como una sociedad postindustrial basada en la economía de mercado; el consumo y el frenesí.
A este paradigma le añadimos la apertura de la escena política mundial a las diferentes etnias y culturas, lo que provoca una aceleración de la globalización que se verá aún más expandida gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías de la información produciendo así, una multiplicación de las voces, pero también la homogeneización de la noción cultural y de la propia idiosincrasia de las distintas artes y culturas. Esto supone la forja una sociedad de masas que implica la convergencia del gusto a través de la publicidad como nueva forma de arte inmersiva y subliminal, y por ende capaz de hacer posible la alienación del individuo. Esta falta de valores derivará en una crisis existencial que alimenta a la corriente nihilista.
¿El arte de la simulación o la simulación en el arte?
Para Jean Baudrillard el arte se ha convertido en la mera estetización del mundo, es a lo que llamamos cultura en la actualidad, entendida como la oficialización de todos los ámbitos de la vida y su correspondiente sacralización, circulación y configuración de una economía política en forma de signos. Más tarde, la simulación deja de ser contraria a la materialidad creando realidades distópicas, fantásticas y surrealistas como oda al subconsciente humanista.
En la película Un Chien Andalou, de Luis Buñuel y Salvador Dalí, perteneciente al cine surrealista, aparece un fotograma que dicta: “El misterio es el elemento esencial de toda obra de arte” dotando al simulacro de toda la legitimidad hegemónica capaz de subyugar cualquier atisbo de realidad. El símbolo ya no posee relación alguna con la realidad y se convierte en un simulacro de ésta.
Este discurso tiene aún más presencia si cabe en la sociedad actual gracias a las múltiples prácticas que permite el arte multimedia, al dotar al espectador de la legitimidad necesaria para modificar las condiciones tantas veces como sea posible. Este fenómeno se conoce como la interactividad, lo que resulta más dinámico para el público, y esto cuánto más es así más atractivo resulta, pues el pensamiento que la tecnología introduce en el arte se centra en la perfección de los sistemas. En este punto, se presenta un nuevo dilema para la sociedad postmoderna y cada vez más transhumanista, donde la tecnología augura la posibilidad de la manipulación genética y la simulación de los procesos de vida, lo que supone una crisis de valores en la nueva sociedad.
Capitalización del arte
Baudrillard también nos habla acerca del la capitalización del arte, como una prueba más de cómo opera y se expande el pilar económico por todos los sectores existentes:
“La gente se queja de la comercialización del arte, de la mercantilización de los valores estéticos, de que el arte sea un mercado, y con toda razón, pero en mi opinión no es eso lo esencial y además es un asunto muy viejo.”
Jean Baudrillard
Como bien dicta Baudillar, la multiplicación de los medios técnicos derivará en la simulación y la reproducción estética de símbolos ya creados, está realidad ha ido aumentando conforme se han multiplicado los soportes técnicos convirtiéndose en una realidad vigente en nuestra cotidianidad. De igual modo, Andy Warhol ya nos admitió sobre este fenómeno de la democratización del arte y la comunicación: “En el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos” Vemos aquí la integración de la tecnología en el arte y la cultura y cómo éstas la abrazan.
Avida Dollars
En 1939 André Bretón acuñó el anagrama descriptivo Avida Dollars a Salvador Dalí para criticar su pasión por el dinero. Con esta sarcástica referencia a su pujante negocio del arte también pretendía acusarle de cultivar megalomanía mediante la fama y el dinero. Algunos de los surrealistas comenzaron incluso a hablar de Dalí en pretérito perfecto, como si ya hubiese muerto.
El artista C. Tangana revivió el concepto acuñado por Bretón hacia Dalí para reivindicar la relevancia de los negocios e incluirla en el imaginario artístico actual. En el final de una de sus canciones; Baile de la Luvia perteneciente a su disco titulado Avida Dollars en honor a Dalí y su megalomanía narra:
“El arte de los negocios es el paso que sigue el arte. […] Hacer dinero es un arte, trabajar es un arte. Los buenos negocios son las mejores de las artes.
La sociedad de lo efímero; el arte como fenómeno mercantil
El ritmo vertiginoso en el que se ha desarrollado la tecnología también ha supuesto que la tecnología per se opere a un ritmo frenético. De este modo surgen los medios de comunicación de masas que coexisten compitiendo por los niveles de audiencia, lo que se traduce en un mayor beneficio económico y en un papel determinante en el discurso de la ciudadanía. Sin embargo, esto no habría funcionado de ninguna forma sin la sed de novedad de los individuos; la neomanía, originada por la publicidad masiva, a veces subliminal pero sobre todo hilarantemente idealista.
Esto ha supuesto el desarraigo de la experiencia estética tradicional y a la desorientación del espectador perdiendo referencias de lo objetivo y real. Y con ello, el debilitamiento de la historia a partir de una fragmentación continua de su discurso.
Estetización del mundo real
La era postmoderna alaba lo absurdo, la patafísica o el dadaísmo frente al simbolismo y el romanticismo del pasado. El espíritu postmoderno es autodestructivo, nihilista y demoníaco de la misma practicando la estética de la deconstrucción, la Nueva Crítica buscará el desorden y el principio de ironía que le permita la articulación de actitudes opuestas y formas estéticas contradictorias. De algún modo, se busca la evasión para olvidar la miseria y monotonía de la vida cotidiana en la era postmodernista. La cultura mass-media avanza en ese terreno trazando un plan de viabilidad capaz de hacer olvidar la realidad y entreabrir un campo ilimitado de proyecciones e identificaciones.
“Consumimos como espectáculo lo que la vida real nos niega. Estimulando las actitudes pasivas, embotando las facultades de iniciativa y creación y desalentando las actividades militantes, la cultura de masas no hace más que ampliar la esfera de la desposesión subjetiva y actuar como instrumento de la integración en el sistema burocrático y capitalista.”
Lipovetsky, G.
