Los productores de ‘A 47 Metros’ estrenan otra película de tensión y sangre en el mar para dar la entrada cinéfila al verano.
El verano se acerca, y ya se nota. No solo empieza a hacer más calor el exterior, sino que también empieza a cambiar la temperatura en el interior de las salas de cine. Los dramas fríos y profundos de Oscars van a ir dando paso poco a poco a las películas más comerciales. Debido a los retrasos por la pandemia, este año puede que no lleguen todavía tantas como otras temporadas. Pero hay algo que no puede evitar ni el coronavirus: la típica historia de jóvenes asediados por un tiburón en mitad del océano.
Tras este año tan intenso, la gente quiere volver a la playa y a vivir emociones fuertes para desconectar. Por ello, A Contracorriente se ha adelantado a estas necesidades estrenando una de las primeras películas claramente veraniegas antes de que tenga más opciones en cartelera. No tendrá excesiva competencia en su fin de semana de estreno, pero tampoco mucho gancho. Lo único, el sello de producción de los responsables de ‘A 47 Metros’, otra típica y correcta historia de tensión en el mar.
En esta ocasión, la historia es consciente de que es todo esto mencionado anteriormente. Por ello, muy honesta y sabiamente renuncia a perder demasiado tiempo con los dramas personales. Con algún que otro diálogo de telefilm y otro más acertado, el guion define muy rápidamente los estereotipos de su (muy acertadamente reducido) elenco central: el macho alfa, la mujer a empoderar, el amigo gracioso y la pareja pija con trasfondo. Lo bueno es que no llegan a dar vergüenza ajena, pero tampoco a permanecer más allá de la puerta de salida de la sala.
Seamos honestos. Seguramente si ves ese cartel, pagues por ver acción y hasta sangre. ¿La hay? Sí, pero concentrada al principio y al final. El arranque va directo al grano, y el comienzo del conflicto central más tarde logra crear esa tensión tan solo con el augurio de la posible presencia del tiburón. El desenlace, por el contrario, muestra por fin en todo su esplendor a estas criaturas para unas persecuciones y luchas bastante frenéticas. Ahí es donde se rentabiliza el dinero de la entrada.
Pero, ¿y qué hay entre medias? Un intento de slasher tan precipitado en sus muertes como dilatado y aburrido hasta llegar a ellas. En algunas de ellas, ni siquiera se recrean, y reluce demasiado el carácter de serie B que chirría en sus diálogos. Eso sí, intención creativa hay. El director debutante Martin Wilson ameniza ese pesado viaje en balsa con preciosos planos panorámicos, time-lapse y cenitales para agobiar con la inmensidad del mar. Y qué bien metida está la sombra del tiburón.
No es de extrañar que los productores sean los de ‘A 47 Metros’. Quien haya visto las dos entregas de ese título, sabrán exactamente lo que van a encontrar en ‘Tiburón Blanco’: un relleno de cartelera veraniega de serie B con planos bonitos para tapar su aburrida narrativa que dirige a una o dos escenas de tensión y acción bien logradas.
Lo mejor: la belleza casi documental de sus planos de paisajes.
Lo peor: el aburrido segundo acto.