El cantante barcelonés regresa a Madrid después de tres años con todas las entradas agotadas para presentar su disco ‘El último clásico’ en un directo cargado de energía y mucho ‘Rock&Roll actitud’.
Tres años han pasado desde la última vez que José María Sanz, Loquillo, y su banda ofrecieron un concierto en la capital. La espera ha merecido la pena para él y para todos sus seguidores madrileños. Y es que el que fuera líder de una de las bandas más importantes del rock español ha tenido el honor de ofrecer el primer concierto con aforo completo y sin restricciones del WiZink Center. Esto es, gradas y pista abierta al 100% y sin sillas, de pie. Eso sí, con uso obligatorio de mascarilla y consumo de bebida solo en zonas habilitadas.
Además, Loquillo y su banda agotaron todas las entradas y llenaron todo el palacio de deportes. Miles de rockeros se dieron cita en el WiZink para escuchar los viejos clásicos del Loco, además de sus temas más recientes, ya que el concierto sirvió de presentación para su último trabajo El último clásico (Warner, 2019).
A eso de las 21:00 del sábado 13 de noviembre, el templo madrileño de la música en directo ya acogía en sus gradas y en la pista a numerosos seguidores. La edad media rondaba los 40 o 50 años, los había más viejos y también más jóvenes. Había padres y también hijos. Pero, lo que todos compartían era ese espíritu de Rock&Roll actitud.
Reinaban las mascarillas negras, algunas personalizadas con el pájaro loco, otras con alguna que otra bandera. Allí había hasta algún político de la formación naranja aprovechando el fin de semana para disfrutar de un buen concierto de rock entre amigos.
Minutos antes del concierto hay algún que otro molesto con la restricción que actualmente impide consumir bebidas en la pista, mientras la gente de grada sí puede hacerlo. El mosqueo desaparece en el momento que se apagan todas las luces y un redoble de tambor pregrabado comienza a sonar por los altavoces.
En las calles de Madrid fue el tema elegido de forma ingeniosa para abrir el concierto en la capital. Después siguieron más clásicos como El hijo de nadie, Sol o la fantástica Cruzando el paraíso, con la que Loquillo recordó al cantante francés Johnny Hallyday.
Hubo espacio en el set list para un Rock suave y muchos temas de la época de Trogloditas como la icónica El rompeolas. Loquillo no dijo ni una palabra hasta bien avanzado el concierto. La mayoría de canciones estaban bien enlazadas y sin interrupciones entre tema y tema, lo que solo daba espacio a la música.
La actitud chulesca, los bailes de estrella de rock, las miradas desafiantes y algún que otro cigarro diseñan el personaje de Loquillo sobre el escenario. Un tipo elegante, alto, con carisma y actitud prepotente, pero que valora, respeta y quiere a su gente, a sus músicos, como nadie. La complicidad con Josu, Igor, Alfonso, Laurent, Mario y Lucas se aprecia desde el inicio del concierto. Y es que el Loco también tiene gestos humildes, aunque sea con los suyos, cediéndoles mucho protagonismo durante los conciertos y apartándose del frente del escenario y que la música haga su magia.
Gabriel Sopeña y la poesía de Gil de Biedma
También hubo tiempo para la poesía. A mitad de concierto, Loquillo invitó al escenario al poeta y músico Gabriel Sopeña, con el que ha colaborado en numerosas ocasiones. Ambos interpretaron dos temas, uno de ellos en homenaje a la poesía de Gil de Biedma y sus versos con No volveré a ser joven.
El concierto avanzaba entre éxitos, clásicos y mucho rock. Josu García marcó el sonido de la banda con su virtuosismo a la guitarra mientras interpretaba los solos, unos solos del más puro estilo rock&roll que fluían por todo el pabellón a través de los altavoces.
En la enérgica Carne para linda, Loquillo bajó al foso para saludar de cerca a sus seguidores más fieles, los de las primeras filas. La noche de rock iba llegando a su fin, mientras miles de almas rockeras se dejaban la voz cantando a pleno pulmón bajo las mascarillas.
La mataré y El ritmo del garaje antecedieron el cierre del concierto. Las tres F: Feo, fuerte y formal pusieron en pie a toda la grada e hicieron saltar aún más al público que estaba en pista. Con unas palabras de apoyo a los profesionales de la industria musical y un agradecimiento profundo a Madrid, Loquillo se despidió de una noche en la que el rock fue protagonista de la mejor celebración: el regreso de los conciertos de siempre. Sonaba Cadillac Solitario y los recuerdos sobrevolaban en las mentes.
