Política

Federica Montseny, primera ministra de Europa

El anarquismo, su ideología.

Federica Montseny nació en Madrid en 1905. Sus padres, Juan Montseny Carret (alias Federico Urales) y Teresa Mañé Miravet (alias Soledad Gustavo), eran conocidos por su abierto compromiso con el movimiento anarquista. Su padre fue un periodista combativo que estuvo en contra de la forma de Estado de la España de los primeros años del siglo XX, y su madre fue una maestra que siempre mostró su rechazo a que la Iglesia tuviese un hueco en la educación. Es por este motivo por el que Federica nunca fue a la escuela; su madre creía que podía darle una mejor educación desde su casa.

Con tan solo 18 años se afilió a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y pronto comenzó a dar mítines en los que difundía el ideario de la CNT, consiguiendo así ser una figura importante dentro de la organización.

En 1922, siguiendo el ideario político de sus padres, Federica comenzó a difundir sus conocimientos bajo el pseudónimo de Blanca Montsan. Sus primeros pasos los dio en La Revista Blanca, fundada por sus padres. En ella, se escribían publicaciones sobre el anarquismo español, y colaboraron firmas del prestigio de Unamuno, Baroja y Pi i Margall, entre otros. Luego, comenzó a colaborar en el periódico Solidaridad Obrera. Federica fue una mujer que siempre defendió el movimiento obrero y sus publicaciones lo demuestran.

Su historia como ministra

En noviembre de 1936, durante la II República y coincidiendo con la Guerra Civil Española, Federica Montseny se convirtió en la primera mujer de Europa en ocupar un puesto de ministra, siendo este cargo contradictorio con sus ideales, dado que su ideología rechaza la participación en partidos políticos y en las instituciones del Estado, pero necesario a su vez debido a la situación crítica por la que pasaba la II República. Federica se hizo cargo del ministerio de Sanidad y Asistencia Social del gobierno de Francisco Largo Caballero. Su consejera de Sanidad fue Amparo Poch y Gascón, médica y activista feminista.

Aunque el mandato de Federica solo duró seis meses, la ministra contribuyó a la lucha por los derechos de las mujeres: entre las medidas más importantes destaca la creación de los libertarios sexuales de prostitución, que eran centros de atención para las mujeres que querían apartarse de la misma. Allí les ofrecían alojamiento y les enseñaban un oficio. En una entrevista que ofreció en 1991 en el programa Mujeres de RTVE, Federica aseguró que “ninguna mujer volvió a ser prostituida”.

Federica y Amparo también fundaron casas de reposo para las personas que combatían en la guerra, a la vez que crearon hogares infantiles, comedores para embarazadas y comités técnicos de investigación psiquiátrica contra el cáncer. También encabezó una campaña de lucha antivenérea.

Además, rompiendo con el tradicionalismo de la época, inició un proceso para legalizar el aborto, pero abandonó el ministerio sin conseguir su propósito porque sus compañeros no la apoyaron.

A pesar de las dificultades de su cargo, Federica nunca dejó de escribir: su obra es muy extensa y en ella podemos encontrar títulos como La mujer, problema del hombre, Cien días en la vida de una mujer, Crónica de la CNT, El anarquismo y Mis primeros cuarenta años. Su primera novela, Horas trágicas, la escribió con tan solo 16 años.

Toulouse, su último hogar

Federica se exilia en Francia en febrero de 1939, año en el que la victoria de Franco ya era un hecho. Dos años más tarde, en 1941, el gobierno franquista pidió que fuera extraditada, pero la petición fue denegada debido a su tercer embarazo, aunque siguió encarcelada hasta que los aliados liberaron Francia en 1945.

Luego, se instaló definitivamente en Toulouse junto a su marido, Germinal Esgleas, y a sus tres hijas. Federica fue una mujer incansable, y lo demostró cuando continuó su vida política desde Francia: se integró en el Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles y participó en el embarque de menores refugiados hacia América Latina. Además, desempeñó el cargo de redactora jefe del semanario L’Espoir.

A pesar de tener su residencia en Francia, Montseny volvió temporalmente a España dos años después del final del franquismo, en 1977, para continuar difundiendo sus ideales anarquistas.  Finalmente, el 14 de enero de 1994, Federica Montseny fallece a causa de una enfermedad.

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