Los casos de corrupción educativa no solo perjudican a los acusados, sino a toda la comunidad. Para esta, pedimos dignidad
En estos últimos años hemos podido ver cómo nuestro país se llenaba de corruptos y salían universitarios, la fuga de cerebros. Hemos podido ser partícipes de como los periodistas desvelaban diferentes fraudes de la sociedad. Muchos políticos han desviado fondos públicos para sus propios beneficios. Deportistas que no han tenido suficiente con mantener contenta a su afición y con la gran cuantía económica de la que se han visto beneficiados con sus fichajes, siendo conscientes de que un profesional de la sanidad española, a pesar de salvar vidas, tiene una remuneración económica inferior.
El primer caso polémico de currículo falsificado en la política española fue el del director general de la Guardia Civil: Luis Roldán aseguraba ser economista; no lo era. Acabó fugándose de España y siendo condenado por malversación, cohecho, fraude fiscal y estafa a 31 años de cárcel, según recoge el diario Público.
Si todos estos engaños no han sido suficientes, aparece la corrupción educativa. Pero llegados a este punto, la palabra corrupción adquiere más significados de los que ya conllevaba. En el 2014 salió a la luz el escándalo de Íñigo Errejón; la Universidad de Málaga suspendió cautelarmente el empleo y sueldo del secretario de Política de Podemos. Se encontraron indicios de irregularidades en su relación contractual con la institución que lo contrató por 1.825 euros brutos mensuales como investigador en un proyecto que dirigía Alberto Montero, del grupo político Podemos, según ha recogido EL PAÍS.
Hace apenas unas semanas, se ha puesto el juicio la veracidad del Máster de Derecho Público del Estado Autonómico por la Universidad Rey Juan Carlos. El PSOE-M ha presentado una moción de censura contra Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, con el apoyo de Podemos, según recoge Celia López en este medio.
Muchos estudiantes piden que se investigue a Cifuentes por falsedad documental. Los alumnos de la Universidad Rey Juan Carlos nos vemos perjudicados y juzgados por el resto de la población.
Esta universidad ya sufrió un periodo de crisis cuando el anterior rector de la URJC fue acusado de plagio. El actual, Javier Ramos, ha reconocido que no hay acta de evaluación del trabajo de fin de máster de Cifuentes. Tampoco aparece la memoria de dicho trabajo y asegura que no puede garantizar que se celebrara el acto de defensa pública del mismo, según recoge el ABC. Los alumnos pedimos explicaciones.
En los sistemas educativos no existe proverbio más elemental que el de Gandhi, “no hay que apagar la luz del otro para lograr que brille la nuestra”. Dejadnos brillar por nuestros méritos. No manchéis nuestra trayectoria educativa.