Hoy, 31 de mayo, hace 37 años que se constituyeron las primeras Cortes de Castilla-La Mancha. Una región que, debo decirlo, suele estar bastante infravalorada por el resto de España. Está claro que los prejuiciosos no conocen el verdadero carácter de los manchegos, gente cercana y alegre, trabajadora, que siembra campos y recoge con alegría sus frutos. Nuestra región es casa de todos, somos gente humilde que da cobijo a españoles y extranjeros, compartimos lo que tenemos porque sabemos lo que cuesta.
Somos una tierra con mucha cultura. No en vano Cervantes nos eligió como el lugar predilecto para la aventura de un hidalgo idealista. Muchos manchegos tenemos mucho de Quijote, creemos en una realidad mejor, construimos con esfuerzo nuestras ideas y no nos acobardamos ante los gigantes. Somos gente sociable, necesitamos a nuestros Sanchos y, por supuesto, también a alguna Dulcinea. Caminamos, entusiastas como don Quijote, por los caminos bañados por el mar de Castilla, ese campo amarillo del que Machado se maravillaba. Tenemos arte y cultura, en cada pueblo donde hay vestigios del pasado, en cada ciudad con maravillosos cascos históricos, como Toledo o Cuenca. En nuestros pueblos escribieron poetas como Quevedo, encerrado durante años en su celda de Villanueva de los Infantes. También fuimos espectadores de grandes obras dramatúrgicas en lugares como el Corral de Comedias de Almagro. Fuimos campo de batalla donde guerrilleros defendieron estas tierras, con el arrobo que da el sentimiento de sentirse parte de un lugar.
Por nuestros campos, dibujados de olivos y vid, siempre se ven agricultores y ganaderos que siembran de vida estas tierras. Su labor debe estar reconocida, pues son los productores de la gastronomía de la que disfruta todo un país, y más allá.
Somos tierra de artistas y trabajadores. Somos un pueblo que quiere sentirse reconocido. Somos una tierra llena de luz, con olor a naturaleza y horizonte de oportunidades.