Ya hace meses que corría un rumor que nadie quería oír. La marcha de Iniesta la llevábamos oyendo desde inicios de la temporada. Incluso antes. Vimos la rueda de prensa en la que nos contaba su adiós. Vivimos su último partido de Champions. También el de la Copa del Rey. Pero -desgraciadamente- ahora sí, el domingo es su último partido como culé. No sólo será un día triste para los culés, también para todo el fútbol español. La Liga Santander pierde a uno de los jugadores más representativos.
El genio y su magia. Por unirnos. Un jugador – que más allá de los colores- consiguió crear sus propios aficionados. Perfectamente, puedes ser de Iniesta, pero no del Barça. De hecho, ocurre en multitud de ocasiones. No hay campo que no le ovacione. Su calidad, potencialidad y humildad lo han hecho posible. Nunca perdió los valores, ni dentro ni fuera del campo. Ha seguido siendo aquel niño que llegó de Fuentealbilla repleto de sencillez. Un ídolo. Un ejemplo a seguir para todas las generaciones que vienen.
El mago, su don para aparecer en los momentos difíciles. Por el «Iniestazo«, «El Iniesta de mi vida», por todos los goles que nos ha hecho gritar. Por su carácter paciente: parar, levantar la cabeza, observar y actuar. Uno de los grandes representantes del ADN Barça. Por encontrar el hueco donde nadie lo veía posible. Una auténtica fantasía. Una mezcla única de tranquilidad y potencia. Valor, fortaleza, pasión. Su capacidad de no darse jamás por vencido. Por llevarnos a la locura cuando ya nadie mantenía la esperanza.
No lo hubiéramos conseguido sin su presencia. La historia de España y del Fútbol Club Barcelona no hubiera sido posible sin él. Un Mundial, dos Eurocopas. nueve Ligas, cuatro Champions League, tres Mundiales de Clubes. tres Supercopas de Europa, seis Copas del Rey y siete Supercopas de España. Un palmarés que le honra. Y nadie lo merece más. Eterno capitán. El domingo, con el pitido final, dejarás de ser jugador de la Liga, pero comenzarás a ser una leyenda. Continúa con tu legado.