Reseñamos el segundo y último volumen de El laberinto del millón de tatamis, el manga de Takamichi editado por Letrablanka
Hace unos meses tuvimos ocasión de reflexionar sobre la interacción entre los videojuegos y el cómic a través del primer volumen del manga El laberinto del millón de tatamis, donde se nos presentaba la historia de Reika y Yôko, dos desarrolladoras de videojuegos atrapadas en un extraño mundo.
El cliffhanger con el que cerraba este primer tomo, que enfrentaba a las protagonistas ante un portal abierto a lo desconocido, ha cambiado la dinámica hasta el punto de que la historia se retoma en un contexto muy diferente. Así, Reika y Yôko deben hacer frente a nuevos retos al tiempo que se habitúan a un escenario que presenta nuevos misterios.
Takamichi sabe aprovechar el potencial de la historia para presentar diferentes entornos que mantienen una coherencia interna y otorgan mayor profundidad a la historia. Esto también tiene su reflejo en la definición de las dos protagonistas, mucho mejor desarrolladas mediante conflictos internos y dotándolas de mayor humanidad.
Además, se sirve de este cambio de aires para introducir asuntos vitales que le permiten ahondar en problemáticas tan cotidianas como la aceptación de uno mismo o las relaciones sociales en un ámbito hostil.
Así pues, el balance global de El laberinto del millón de tatamis es más que positivo. Aunque quizás se hubiera agradecido la existencia de un tercer tomo, la historia consigue cerrarse a su manera. Es una lectura amena, capaz de enganchar a los lectores sin que estos tengan que tener necesariamente un interés específico por los videojuegos.
Publicando este título finalista del prestigioso Premio Manga Taishô 2016, Letrablanka ha demostrado un buen tino y un olfato acertado que nos dejan con ganas de conocer futuras nuevas licencias que pueda ofrecernos la editorial.