El programa español demuestra el aumento de polémica como picante para el espectador
La programación televisiva está adquiriendo un rol fundamental en medio del exceso de información que impera en la pequeña pantalla a consecuencia del COVID-19. De este modo, la emisión de la nueva edición de MasterChef ha adquirido mayor expectación en los amantes de la pequeña pantalla. Tras 24 horas de enormes emociones durante la emisión, toca realizar un ejercicio de análisis tras haber enfriado las ideas.
"Mi vocación final es el Ejército. En una final me sentiría un poco intrusa". Así fue la entrevista de @RosaMChef8 tras su salida de #MasterChef. Entra: https://t.co/jp6PzhK7xy pic.twitter.com/6zxZ0rzTqR
— MasterChef (@MasterChef_es) April 28, 2020
Llevamos tres galas y cuatro expulsados. Dichas expulsiones forman parte del reglamento de la edición, pero no están causando el mismo drama. Nadie duda de la competitividad y cómo la educación queda totalmente combinado con la disciplina a la hora de mostrarse crítico con los participantes.
No es para menos, Jordi Cruz, Samantha Vallejo-Nágera y Pepe Rodríguez se encuentran ante el reto de consolidar el oficio gastronómico en una rama artística. Sin duda, los platos impuestos incitan a que el espectador coma sano y entienda las dificultades que supone llevar un restaurante.
Son premisas que todos conocíamos durante las ocho últimas ediciones y en sus diferentes modalidades. Pero su normativa se está magnificando a su máxima expresión. La chulería de determinados individuos como Iván y Andy haciendo homenaje a los roles de entrenador y abogado de los imposibles chocan con el incuestionable carácter de sargento de los jugadores.
En la misma medida, se percibió la debilidad de concursantes como Sonsoles o Luna en situaciones de zozobra. Sin duda, es muestra de que perciben el espíritu de la academia que no es otro que unificar el Arte con la severa disciplina. Por lo tanto, haber trasladado dicho programa a Murcia, uno de los suelos más ricos en cosechas agrícolas. Sin duda, el reto estaba la altura de la exigencia, viendo como el jurado sacaba el tarro de las esencias.
Jordi demostró que la contundencia semántica es necesaria, al igual que el humor de Pepe y el carácter de Samantha para poner las pilas al equipo. Al fin y al cabo, el objetivo es despellejar el pollo con los ojos cerrados como hizo Jordi antes de la prueba de eliminación. Michael intentó copiar con todo ímpetu dicha actitud, pero peor suerte corrió Rosa.
Los nervios traicionaron su calidad para coger los mandos de combate. Sin embargo, tuvo el honor necesario para retirarse con todo el honor del mundo, el mundo que ostenta la calmada y precisa Juana. Para bien o para mal, esta edición no va a pasar inadvertida. La incertidumbre está vigente y más sabiendo que La casa de papel tiene que elegir a quién cantar Bella Chao.