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OPINIÓN | ¿Y si nosotros también actuamos por ego?

El ego… Qué abstracto, qué complejo, y cuántas vertientes tiene… Una espalda que no merecía la ciudadanía fue por ego. Una ciudadanía que cumplió con su cometido, también fue por ego. Ciudadanía que, en abril, tomando la democracia por bandera salió a hacer lo que mejor puede hacer: hablar. Lo hizo, y con creces. Lo hizo tanto, que muchos se jactaban de haber cerrado la puerta a rumores nostálgicos de un pasado para algunos no tan pasado. Se dieron tantas cosas por hecho… A la misma velocidad que se cayeron del cielo y que salían tantas otras de un búnker sobre el que hoy se aparcan coches.

Salió una mayoría incapaz de gestionarse entre ella misma: la maravillosa izquierda española. La izquierda española está destinada a entenderse algún día, y lo hará, aunque no lo hará por sí misma. Eso queda demostrado ya por activa y por pasiva.

¿Qué es una bandera más que un signo? Más un mero signo, que trae consigo cosas de las que enorgullecerse repletas de colores. Una bandera que abandere la educación laica, pública y gratuita, la sanidad pública, la diversidad lingüística, sus maravillosas costumbres de cada rincón más profundo de la península… Dos colores que representan orgullo por la gente que vive en cada casa desvencijada de este país hasta el casoplón más alto desde Canarias, pasando por Madrid hasta llegar a Girona. Una bandera que represente a una ciudadanía que luche, que grite, alto y bien claro que quiere vivir en paz. Con gente que se preocupe por ofrecerles salud, y no por ponerle trabas para llegar a ella; por ofrecerles educación gratuita a cada niño que de mayor quiera avanzar por un grado universitario o una formación profesional, y no que apoyen ni fomenten más límites en la cartera de una familia… Por las pensiones, por un empleo digno… Por gente que se preocupe de su gente, y no por un signo.

Por gente que luche por su gente, y no las confronte. No las confronte por la lengua que hablen, oficializada por esa constitución de la que tanto se vanaglorian algunos partidos en su artículo 3. Por gente que no señale por su color de piel ni increpe señalando con el dedo a niños menores de edad por su extranjería. Por gente que no tienda al discurso del odio que con tanta libertad predica y que tanto daño hace.

Libertad, qué bonito nombre tienes, qué peligrosa eres, qué tergiversada estás y qué daño haces en la boca de quien te engaña para persuadirte. Para persuadirte en favor de quien miente contra el maltrato, mentiras desmentidas por “a” y por “b” hasta llegar a la “z” en quince tablas de las letras del abecedario. Para persuadirte en favor de dejar la libertad sexual en el calor de la cama de cada casa porque es “impropio”. Para persuadirte en favor de que la única relación concebida habida y por haber que pueda criar a un niño es aquella compuesta por un hombre y una mujer. Libertad para persuadir en favor de que reniegues de ella. Libertad, qué bonito nombre tienes.

Tiende, lector, tiende la mano izquierda de la conciliación; la ciudadanía no merece mano dura. Hace falta templanza, altura de miras. Y qué menos que emane de quien da potestad a una bandera. Decía don Miguel de Unamuno sobre España, en su Epistolario I (página 924): «Aquí lo arreglamos todo con afirmar o negar redundantemente, sin pudor alguno, fundando banderías.» De esta frase han pasado ya 120 años.

¿Y si actuamos por ego? ¿Y si dejamos que ganen los que quieren ganar, para perder? Se lo merecen, eso desde luego, pero la ciudadanía no. Esa, y esa sí que, desde luego, se merece más. No se merece que se ate a sí misma el nudo de la soga de la abstención y le demos la patada a la silla para caer al vacío en el momento en que se cierren las urnas. No se lo merece. No se merece que cabe su propia tumba, y menos por ego. No se merece que luchen por una bandera, se merecen que luchen por lo que representa ese trapo que no tiene ni pies ni cabeza si no tiene a quien representar, que no tiene cabida en la historia si no tiene quien la porte. El sentido a la bandera se lo da la ciudadanía, que da voz, movimiento y vida a lo que representa. Ni una bandera que cubra un planeta entero tapa la más mísera y diminuta mentira sobre ella.

¿Y si actuamos por ego? Pero, con otra vuelta de tuerca. Y si “para que salgas tú de tu casa el domingo”, ¿“Salgo yo”? ¿Y si actuamos por ego, para volver a decir alto y claro que el sentido a una bandera se lo dan la gente y las cosas que la representa, y no al revés? Por ego, porque yo decido qué es lo que representa mi bandera, por eso iré. La peor de las muertes que pueda tener un individuo es aquella que ni siente ni padece, porque no la concibe. Y aún quedan páginas en este libro para ponerme la soga de la abstención y dar la patada a la silla. ¿Y tú?

Porque, si no lo hacemos, ya no llaman al timbre, ahora han tirado la puerta abajo y a base de patadas de retóricas y verborreas de antaño. Y huele a carne putrefacta, huele a zombi.

Y a los zombies, os digo otra frase que ya os dijo don Miguel de Unamuno: «Me parece inútil pediros que penséis en España». 

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