El ministro de Universidades ha vuelto a la palestra política tras varias semanas ausente. Hay interpretaciones para todos los gustos sobre su función en el Gobierno, algo que obliga a preguntarse por la importancia de la imagen social.
La vida política, en tanto que pública, exige un esfuerzo constante por cuidar qué se dice, pero también muchas variables que de ello se derivan. El discurso no está compuesto únicamente de lo que se dice, sino también de lo que no, al igual que importa lo que se hace, pero casi más lo que no. Y es que es esto último lo que siempre se preocupará en advertir cualquier adversario político que se precie. El ejercicio político suele curtir en esta y otras cuestiones, pero para eso es necesario conocer el ejercicio político.
Manuel Castells, actual ministro de Universidades, llegó al Ejecutivo con una vasta experiencia como sociólogo e investigador. Figura académica de renombre mundial por sus publicaciones sobre la sociedad de la información, antes de llegar al cargo se mostró ciertamente reacio en aspectos como la reducción de tasas universitarias, además de haber puesto en duda el rol de los estudiantes en los órganos de dirección de los campus.
Sin embargo, no se basan las posturas más críticas de la actualidad en matices que siempre pueden debatirse. Los integrantes de la comunidad universitaria piden mayor liderazgo y capacidad de acción al ministro, quien considera una «leyenda urbana» los comentarios sobre su supuesta ‘desaparición’ en los últimos tiempos. Lo dijo este pasado jueves, en su segunda comparecencia pública desde que le fue concedida la cartera, esta vez de forma telemática debido a una reciente operación. La primera tuvo lugar el pasado 23 de abril.
La imagen en la era de la comunicación política
La diferencia de relatos se basa, fundamentalmente, en un criterio esencial dentro del debate público: la imagen social. Esta idea está compuesta, principalmente, por dos elementos: la imagen que cada uno tiene de sí, bien sea individual o colectiva si se trata de una institución; y la imagen proyectada, es decir, el conjunto de ideas que los demás han ido construyendo, algo que suele relacionarse con la reputación.
En la era de la comunicación política, con un modelo parecido al que se usa en marketing, importa más lo que se vende que lo que se es. Y se pueden debatir las consideraciones éticas que esto supone, pero su factualidad es impepinable. En este caso en particular, Castells puede considerar suficiente su trabajo; de hecho, según declara El País en su edición del pasado 1 de septiembre, el ministro y su equipo se habrían reunido semanalmente con rectores y estudiantes desde el inicio de la pandemia. Entonces, ¿Por qué esa imagen proyectada?
Una de las causas es que el ministerio de Universidades no ha tenido especial protagonismo desde que se decretara la alerta por la COVID-19. Las carteras de Trabajo, Economía y, sobre todo, Sanidad han sido las más expuestas desde marzo. Así, la incertidumbre sobre la vuelta a las aulas entró de lleno en la agenda mediática a mediados de verano, lo cual cogió desprevenido a Castells y a sus asesores. Pero la falta de consenso sobre el regreso a las facultades se alarga hasta hoy.
¿’Plan B’?
El ministro ha admitido que no hay ‘plan B’ en caso de no poder asumir una docencia presencial, sino que habría que ir a remolque de los acontecimientos. La poca previsión y la escasez de mando en la situación hacen que el sociólogo se haya convertido en el talón de Aquiles del Gobierno y, en concreto, de Unidas Podemos. Castells fue una apuesta de Pablo Iglesias en la conformación del Ejecutivo, quien ya ha tenido que salir en su defensa en varias ocasiones.
El hasta ahora eslabón más débil de la coalición ha puesto la dinamita en bandeja a la oposición. Si bien empezara afirmando que su ministerio sería protagonista, como esperaba gran parte del electorado progresista, las circunstancias producidas por la pandemia y una gestión deficitaria en términos de comunicación han marcado su trayectoria. Y puede temerse que su imagen proyectada no cambiará a menos que asuma un rol más proactivo.
