John Hume abandona el mundo de los mortales dejándonos una majestuosa lección política.
Irlanda del Norte está de luto con la muerte de uno de sus líderes políticos más legendarios, el laboralista John Hume, a los 83 años de edad. Cabe destacar que la demencia senil era el cetro de sus problemas de salud en su vejez.
Al igual que ocurrió con Adolfo Suárez en España, el pueblo norirlandés recuperó la memoria cuando uno de sus hombres la perdieron. Hume fue una figura imprescindible en el acuerdo de paz de Viernes Santo que suponía un asentamiento de bases para la concordia entre las comunidades católicas y protestantes.
El hecho de haberse olvidado de la idea de tomar hábitos y adentrarse en el apasionante mundo de la docencia hacían entrever como empezaba a consolidar la empatía como habilidad político-social. La gota que colmó el vaso en su concienciación por la mejora de nuestra sociedad llegó en 1968. Sabemos que aquel año fue revolucionario en muchos de los sentidos e Irlanda del Norte no pasó inadvertida.
Para empezar, al año siguiente fue uno de los responsables del Partido Socialdemócrata y Laborista (PSLP). Acababa de entrar en el panorama político mientras que su país se encontraba en pleno conflicto: la Guerra del Ulster, que acabó la muerte de 3.500 personas y al menos 47.000 heridos. Enfrentó a grupos paramilitares protestantes unionistas -probritánicos- y católicos republicanos.
Lejos de alimentar el conflicto, se puso manos a la obra con su rival ideológico, David Trimble. Siempre buscaron el sentido común por encima de cualquier ideología e incluso llegó a tener carácter internacional. Hizo una llamada a la ayuda del por entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.
Tanto va el cántaro a la fuente que al final se acaba rompiendo. Acabaron firmando el famoso tratado de paz del Viernes Santo de 1998 que otorgaron el Premio Nobel a Hume y a Trimble. Fue el ejemplo de concordia que debe tener en cuenta la clase política española en tiempos de incertidumbre y angustia.