Desde que Guaidó se autoproclamara presidente en prácticas de Venezuela, el intento de una ofensiva diplomática conjunta desde Bruselas se ha visto paralizada por la negativa de Italia. Tras unos días y una comitiva de emisarios de la oposición venezolana, Matteo Salvini ha dado luz verde a apoyar a Juan Guaidó
Estos días han sido frenéticos en Roma. La cuestión venezolana y la crisis política sufrida en Caracas ha sumido en un caos político la capital italiana. Tras la propuesta de reconocimiento hacia Guaidó que se evocó en el Parlamento Europeo, los hombres de Salvini y Di Maio destacaron como único gobierno en votar contra dicha propuesta. No son los únicos que han mostrado sus reticencias a la declaración, Grecia también mostró sus reservas. Al igual que España, en un principio intentó deslindarse de la injerencia en dicho proceso. Finalmente, todas han acabado sumándose a dicha moción contra Maduro, más o menos libremente. Las presiones son obvias.
La polarización del Gabinete italiano tiene mucha culpa de la tardanza en la respuesta al asunto. Compuesto por dos fuerzas antagónicas (Movimiento 5 Estrellas y Liga Norte), sus ideologías son contrarias en lo esencial y esencialmente contrarias en lo nimio, o viceversa. Compartiendo únicamente un discurso euroscéptico, se sostienen cómo pueden en el gobierno italiano. Los del M5E siempre se han mostrado muy cercanos abiertamente al chavismo y por lo tanto a Maduro. No obstante, mantienen un idilio con las prácticas antiamericanistas que se llevan a cabo desde Moscú. Beppe Grillo, uno de los fundadores del M5E, ha afirmado reiteradamente cierta admiración con el proceder del mandamás ruso.
Y es ahí donde encontramos nuestra consumación amorosa. La vinculación antiamericana del M5E y la posición euroescéptica de la Liga Norte, tienen en Vladimir Putin su lecho de amor. En Marzo de 2017, ambas formaciones italianas se dieron cita con el partido del gobierno ruso, donde entraron puntos como “la lucha contra la inmigración clandestina y pacificación de Libia, lucha contra el terrorismo islámico y fin de las sanciones a Rusia, que le han costado a Italia 5.000 millones de euros y miles de puestos de trabajo perdidos” afirmó tras las reuniones Sergei Zheleznyak, el vicesecretario del Partido Rusia Unida.
Las sanciones que Estados Unidos impulsó levantar a los países de la OTAN contra Rusia, por la anexión de Crimea, han sido criticadas continuamente por el dirigente italiano Matteo Salvini, para quién ha provocado que “Francia y Alemania estén aumentando su cuota de mercado. Así que los aliados para eliminar las sanciones [a Rusia] son los países mediterráneos”. Esto alinea a Italia en el mismo eje que el Grupo de Visegrado (República Checa, Polonia, Hungría y Eslovaquia), los cuáles mantienen una línea crítica con la continuación de las sanciones a Rusia.
Por otro lado, Rusia mantiene una influencia alta en el gobierno de Venezuela. La deuda contraída por el gobierno de Maduro con Rusia oscila entre los 3.000 y 5.000 millones de dólares. Además, Rusia ha provisto en numerosas ocasiones de otros bienes no crediticios, como las 600.000 toneladas de cereales que proveyó a Venezuela solo en el año 2018. Incluso, las embestidas diplomáticas de Mike Pompeo (uno de los hombres de más poder en el ejecutivo de Trump), han llegado a adoptar medidas como la compra de aeronaves rusas al gobierno venezolano. Pero esto no es un gasto para Rusia, sino una inversión. Venezuela es uno de los mayores productores de crudo a escala mundial. El peso y dependencia en su economía del factor ruso, la doblega a defender sus posturas en la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), en la cual ni Rusia ni Estados Unidos tienen presencia física. Esta capacidad de influencia sobre las decisiones del crudo de Venezuela, junto a la vinculación que Rusia mantiene a su misma vez con el gabinete iraní (otro de los miembros de la OPEP), coloca a Rusia en una posición de defensa frente a la capacidad que tiene Estados Unidos a la hora de tasar el precio de los barriles de crudo.
En este juego geopolítico, la pérdida de influencia en Venezuela para Rusia conllevaría a dar al traste con los planes expansionistas de Putin. El ex espía soviético lo sabe, y por eso está tensando las preexistentes tensiones en el seno de la Unión Europea, en el doble intento de intentar estabilizar (cualesquiera que sean las formas) al gobierno de Maduro, y a su misma vez, aprovechando el escenario para socavar las estructuras de la Unión Europea, cuya centralización franco-germana y el mercado único, merman las capacidades de influencia rusa sobre las economías del este de la Unión Europea. Consiguientemente, Italia está jugando sus bazas hábilmente, dueña del 30% del capital de la compañía petrolera ENI, seguramente esté negociando la parte del pastel que le corresponderá del nuevo reparto de poder, tras la caída de Maduro.
No obstante, no sólo los europeos hacen caja con la desgracia del gigante petrolero del Caribe. En este sutil juego de lobos, dónde ninguna de las partes niega la intervención militar, Colombia se frota las manos ante la llegada de tropas americanas para una posible actuación bélica contra su vecino venezolano. Simultáneamente, Putin suspira porque Maduro le reclame una base eslava en el caribe. Salvo sorpresa, el olor a fría guerra de crisis y misiles no circunda esta vez Florida, sino que se sitúa cercana a la línea del ecuador.