A aquellos lectores que, quizás se encuentren algo perdidos respecto a qué ha llevado a parte de los militantes del PSOE-A a demandar un cambio de rumbo en el partido, creo que podríamos resumirles la situación que atraviesa nuestro partido con una frase que, aunque resulte felicísima, se le atribuye erróneamente a Einstein según algunos investigadores: -“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando a tener resultados diferentes”-. Y es que, aunque parezca obvio, la genialidad de la frase se debe a que en nuestro día a día no parece ser puesta en práctica tan a menudo. Hay quien todavía cree que haciendo lo mismo podremos volver a gobernar en Andalucía.
Yo viví la pérdida de la Junta de Andalucía como apoderado en un colegio electoral de Sevilla. Recuerdo conversar durante la jornada con los miembros de las mesas, y algunos comentaron que, pese a simpatizar con los partidos de izquierdas, la cabeza de lista de mi partido en aquel momento no les empujaba a votarnos. Pudiera parecer algo anecdótico, pero horas más tarde descubriría al ver los resultados electorales y, sobre todo, los datos de participación que, quizás esa falta de ilusión no era algo tan puntual como a priori pensaba.
Y es que mirar la inercia de los candidatos, su trayectoria y no un hecho aislado, es a mi juicio lo que puede explicar mejor ese fracaso. Los defensores de continuar con el actual modelo de partido, postura completamente legítima, esgrimen que otros candidatos antaño fueron derrotados y no dieron un paso al lado. Esto, a mi juicio ejemplifica ese análisis pobre que comprende únicamente a un punto concreto y no a la tendencia general pues, en esas ocasiones, los candidatos contaban con una trayectoria ascendente que permitía vislumbrar una victoria futura. No era el caso esta vez, pues la pérdida de la Junta de Andalucía fue ya la segunda derrota y, con esta tendencia, alimentada además por el asentamiento que empieza a disfrutar el actual presidente, de derechas, entre nuestro electorado, todo apunta a una tercera.
La conclusión es pues la necesidad de un cambio de rumbo en nuestro partido que corrija esa tendencia descendente. Ese concepto, el de cambio, también ha sido a mi juicio malinterpretado, intencionadamente o no, por los defensores de continuar con el modelo actual. Entienden que no es posible hablar de cambio cuando la lista aspirante a ello cuenta con una larga experiencia en política. En otras palabras, no puede haber cambio si ya hay experiencia. Sin embargo, es evidente que para liderar un proyecto de tamaña importancia no es recomendable carecer de rodaje en el terreno. El cambio demandado por la militancia es un cambio de enfoque, de ideas, de liderazgo y de forma de trabajar, aspectos para los que la experiencia lejos de restar, suma.
El revulsivo deseado no se reduce a algo tan primigenio como colocar caras nuevas. El cambio es escuchar y tomar nota de lo que nos cuentan, es entender que en tan sólo dos años el mundo ha cambiado radicalmente, y que debemos subirnos al tren. Cambio es también tener por fin un proyecto de desarrollo industrial para nuestra tierra, elevar la transición ecológica a asunto de primer nivel, crear planes de empleo ambiciosos y efectivos, desarrollar vivienda como política joven y social fundamental, y todo ello, desarrollándolo desde abajo, desde los ayuntamientos, que son los que más en contacto están con los ciudadanos. Para el cambio también es necesario contar con la capacidad para llevarlo a cabo, con voluntad de acuerdo y diálogo, y con relaciones nacionales e internacionales amplias y fuertes. Y señoras y señores, ese cambio sí emociona. Nos hace soñar con que es posible que nuestra tierra desarrolle su potencial, y en esta vida que llevamos, no está de más que algunos de nuestros sueños de hagan realidad.
