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Borgen y la ética periodística

¿Vale cualquier cosa con tal de hablar de los asuntos personales de los líderes políticos bajo el escudo de “es de interés público”?

Qué serie tan brillante es Borgen. Muchos, quizás, ya habréis tenido la suerte de disfrutarla en estos años (pues se estrenó hace diez años), pero a mis ojos ha llegado hace poco. Para los amantes de la política y del periodismo es una delicia con la que disfrutar y aprender al mismo tiempo. Si aún nos la has visto o vas por la primera temporada, no sigas leyendo.

Son muchos los debates sobre nuestra vida actual que plantea la serie danesa. Uno de ellos tiene que ver con la importancia del periodismo en la vida política y a raíz de ahí dónde está el límite para el periodismo. A cualquier periodista o estudiante de periodismo le han repetido en la facultad aproximadamente un millón de veces que el periodismo es el guardián de la democracia, o cualquier otra osadía similar. Puede hasta ser cierta esa frase pero, ¿puede la policía saltarse las leyes para perseguir a un delincuente? En el ámbito periodístico, ¿vale cualquier cosa con tal de hablar de los asuntos personales de los líderes políticos bajo el escudo de “es de interés público”?

Capítulo nueve de la segunda temporada de Borgen: Laura, la hija de la Primera Ministra, sufre una recaída de su depresión y un doctor le recomienda ingresar en un centro. Los públicos tienen una lista de espera de hasta 50 semanas. Por ello, el doctor recomienda a los padres de Laura un centro privado, que les va a permitir acelerar el proceso de recuperación de su hija. Esto sucede en medio de una reforma de la Sanidad llevada a cabo por Birgitte Nyborg, la Primera Ministra. Su gobierno pretende reducir las ventajas fiscales de los centros sanitarios privados para invertir ese dinero en los centros públicos.

Esto desata la polémica. Aparece en escena Michael Laugesen, exlíder del Partido Laborista, que ahora dirige el diario sensacionalista Ekspres. Son varios los casos de falta de ética de Laugesen a lo largo de la serie, pero este está en lo más alto. Mientras Laura practica deporte con sus compañeros en el jardín del centro psiquiátrico (en realidad es un parque público), aparece de la maleza un fotógrafo que apunta con su cámara a la hija de la Primera Ministra, y además se regodea de lo que hace. Laura y sus compañeros se quedan en shock. Esto les afecta gravemente en su recuperación. ¿Adivinan quién envió a ese fotógrafo? En efecto, Michael Laugesen. Foto directa a la portada del Ekspres y Kasper Juul, el asesor de comunicación, rápidamente va a buscar a Laugesen. Le acusa de hacer algo ilegal y de provocarle daños aún mayores a Laura. “Si declaran culpable al Ekspres publicaremos una disculpa en la página 18”, fue la respuesta del director del diario sensacionalista. Qué barato le sale al periodismo hacer daño, ¿no?

Por otro lado, Kasper Juul planea una estrategia ofensiva contra Laugesen. Llama a Ulrik Morch, periodista de la cadena de televisión pública TV1. Le ofrece información a cambio de “sugerirle” el enfoque que debe darle a la pieza. El spin doctor de Birgitte Nyborg le sugiere a Morch una entrevista con una de las trabajadoras del centro donde se encuentra Laura. Las declaraciones de la enfermera de la hija de la Primera Ministra las emiten en directo en la TV1 mientras entrevistan a Laugesen al cual, como no podía ser de otra forma, dejan en un lugar comprometido.

Qué actitudes periodísticas tan deplorables. Ambas. La de Laugesen por saltarse todos los principios éticos del periodismo con tal de hacer daño públicamente a la Primera Ministra. No contento con eso, lo hace bajo el lema de “proteger a los débiles”. El periodismo debe estar pendiente de que los políticos cumplan con su trabajo adecuadamente en defensa de la ciudadanía. Esto, bajo mi punto de vista, debe hacerse dejando de lado la vida personal de los propios políticos.

La actitud de Ulrik Morch quizás no sea tan aborrecible como la de Laugesen, pero igualmente no debería ser ejemplo de la profesión periodística. Gobierno y periodismo son bandos opuestos, en batalla permanente en la que se deben respetar siempre ciertos principios. Saber diferenciar el ámbito personal y el profesional de los políticos es fundamental para ejercer la profesión con dignidad. Cierto es que se pueden dar circunstancias privadas que podrían ser de interés público por la repercusión que pudiese tener en la ciudadanía, pero antes de cruzar esa línea deben ser muy bien analizado tanto el asunto en sí como las posibles circunstancias.

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