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Ana Orantes, espejo de la lucha feminista

Ana Orantes.

Hace 23 años Ana Orantes acudió a ‘De tarde en Tarde’, de Canal Sur, a denunciar el maltrato que sufrió durante 40 años por su exmarido.

Año 1997. Tras una década, las de los 80, en la que la legislación igualitaria vio un gran crecimiento en los derechos de las mujeres, la llegada de José María Aznar a la Moncloa supuso un estancamiento. Pero, pese a los avances, había un asunto en el que aún no se había legislado: la violencia machista. Ana Orantes hizo pública la denuncia.

Ana Orantes nació en Granada, y, al haber nacido en el seno de una familia humilde, no pudo estudiar, y a los nueve años ya estaba trabajando. A los 19 años, conoció en un Corpus a José Parejo Avivar. Ella inició un romance con él, y como él deseaba casarse para ser independiente de sus padres, aceleró la boda. Ahí comenzaron sus amenazas hacia Ana: dijo que si no seguía con él, iba a decir que estaba ya ‘perdida’ (no era virgen)

Se mudaron a la casa de él, y comenzó el maltrato. Él le aisló de su familia, y, a los tres meses de casarse y estando Ana embarazada de su primer hijo, le abofeteó. ¿El motivo? Había ido a recoger unas sábanas a casa de su madre. En un primer motivo, su suegro la defendió, pero su suegra dijo que «la bese o la pegue no es asunto nuestro».

Ana Orantes aguantó 40 años de maltrato

Había comenzado sus años de maltrato. Golpes, tirones de pelo, agarrones de pelo y palizas de forma continuada, que, a veces, acababan con Ana inconsciente. También practicó una fuerte presión social sobre ella, para aislarla de la sociedad: se mudaban a zonas apartadas con frecuencia, y cuando comenzaban a poblarse, se cambiaban de nuevo. Con frecuencia, después de maltratarla, le decía, entre lágrimas, que todo iba a cambiar. 

Los hijos también sufrieron el maltrato. Aunque Ana Orantes tuvo 11 hijos, sólo ocho sobrevivieron. José echó de casa al mayor, y el resto se casaron muy jóvenes, huyendo del maltrato. Llegó a violar a una de sus hijas, tocándole los muslos. De hecho, algunos de ellos intentaron suicidarse, al no poder aguantar el peso de lo vivido.  De hecho, José le prohibió ir a la boda de dos de sus hijos. 

La incomprensión social y el aislamiento ahogaron a Ana durante más de cuarenta años. Finalmente, se decidió a denunciar e iniciar los trámites de la separación, y el juez, que le concedió el divorcio, además de decretar que siguieran viviendo en el mismo edificio, aunque en viviendas separadas. El riesgo era evidente.

Canal Sur fue donde dio a conocer su caso

Ana Orantes, en un acto de valentía, decidió hacer público su caso. Acudió al programa ‘De tarde en tarde’, emitido en Canal Sur y dirigido por Irma Soriano. Allí, y delante de la audiencia y de su hija menor, contó su caso. 40 años de maltrato, dolor y sufrimiento. ‘Yo no le he querido nunca. Yo le tenía miedo, pánico’ llegó a decir. ‘Me ha dolido más lo que le ha hecho a mis hijos’.

Hoy se cumplen 23 años de aquella denuncia pública. Su valentía y arrojo despertó conciencias sobre lo que suponía la violencia machista, y, a pesar de ser considerado algo «privado», hizo poner el foco sobre ello. La crudeza con la que lo contó permitió que España se diese cuenta de lo que significaba la violencia contra las mujeres.

13 días después, José Parejo la asesinaría, quemándola viva. Si su testimonio despertó conciencias, el asesinato de Ana Orantes acabó de derribar las barreras, y puso la violencia machista en primera línea política. El entonces vicepresidente, Álvarez Cascos, calificó la muerte de Ana Orantes como «un caso aislado obra de un excéntrico».

Abrió los ojos a la sociedad

23 año después, todo ha cambiado. Hay una Ley Integral Contra la Violencia de Género, una Ley de Igualdad… Las mujeres estamos protegidas por la legislación, pero aún queda camino por recorrer. Aún siguen asesinado a mujeres por el mero hecho de serlo. Las mujeres sufrimos una desigualdad sistemática en todos los ámbitos.

Es necesario un compromiso, firme y sin ambages, de todos los actores políticos en favor de la igualdad. Los partidos tienen que unirse para mandar un mensaje claro y contundente: la violencia machista tiene que acabar ya. No se puede negar que existe una violencia, pública y privada, simbólica y estructural que afecta a las mujeres por el mero hecho de serlo.

La sociedad tiene que actuar. Hay que abrir los ojos, ser conscientes de que la violencia machista existe y nos rodea, y que esta violencia tiene múltiples formas, y no solo física: psicológica, económica…

La educación, un arma fundamental

La educación es un arma fundamental para acabar con la violencia machista. A través no sólo de la educación, sino del papel fundamental de los medios de comunicación, es necesario trabajar y educar en igualdad. Es necesario darle la visibilidad necesaria a los distintos tipos de violencia, sus causas, y los recursos para salir de ella.

En definitiva, trabajar por y para lograr la igualdad, y que ninguna mujer tenga miedo de salir a la calle sola y de estar en casa con su pareja. Es necesario que no haya ninguna mujer que tenga que denunciar un caso de violencia, porque eso supondría que la sociedad ha fallado en protegerla a ella.

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