La democracia en el punto de mira de la campaña electoral madrileña

La política es un servicio público para la ciudadanía. Hay y debe existir polarización de opiniones, es por ello que el espectro político español concede variedad ideológica. Pero esa polarización tiene límites en materia de respeto. Pablo Iglesias y Fernando Grande-Marlaska han protagonizado la actualidad informativa tras haber recibido amenazas de muerte anónimas, acompañadas de balas.

La correspondencia recibida por Marlaska, con fecha del 19 de abril, contenía el siguiente texto: “Tienes diez días para dimitir. El tiempo de reírte de nosotros se ha terminado. Policía Nacional. Guardia Civil. El tiempo lo tienes en contra para los taponazos». Estas palabras iban acompañadas de dos cartuchos de 7,62 x 51. No es el único político que recientemente ha sido amenazado anónimamente, ya que Pablo Iglesias, candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, también ha anunciado amenazas de muerte bajo el siguiente mensaje:

A nueve días de las elecciones de la Comunidad de Madrid, la campaña electoral ha estallado. En la mañana de este viernes tenía lugar un debate electoral en la Cadena SER en la que participaban Pablo Iglesias, Rocío Monasterio, Edmundo Bal, Ángel Gabilondo y Mónica García, con la ausencia de Isabel Díaz Ayuso. Con anterioridad a este debate, la candidata de Vox había puesto en cuestión la veracidad de las amenazas de muerte de Iglesias, por lo que el candidato de Unidas Podemos, en su primera intervención, pidió que Monasterio se retractase ante esto. Tras la negativa de la candidata de Vox: «que se levante y se vaya, que es lo que están deseando un montón de españoles«, Pablo Iglesias ha abandonado el estudio y no ha vuelto, argumentando que la Cadena Ser cometía un error permitiendo el blanqueamiento de la ultraderecha.

¿Cuáles han sido las respuestas del resto de políticos? En cuanto a los presentes, Ángel Gabilondo y Mónica García también decidieron abandonar el estudio de la Ser, aunque de manera muy posterior a la salida de Iglesias, a pesar de la petición profunda de Edmundo Bal de no hacerlo. Las reacciones externas al debate no han tardado en llegar. Se esperaba que, a excepción de la ultraderecha, los políticos demócratas, con independencia ideológica, condenaran la violencia, y así ha sido. Ayuso ha afirmado: «sin ninguna duda condeno cualquier amenaza, como he hecho siempre». Aunque la mayor confirmación de su desaprobación de la intolerancia se verá en los futuros pactos. Pablo Casado ha tachado la situación de «inadmisible» y Pedro Sánchez habla de «rotunda condena».

Este hecho cuestiona severamente la democracia y deja latente que, por encima de cualquier programa político que puede ser apreciado en mayor o menos medida por cada ciudadano, hay valores que no se pueden dejar escapar. La presencia de amenazas excede los límites, saltan a la barrera personal y cuestionar su veracidad es aceptar la violencia. Pablo Iglesias afirma que este hecho es consecuencia de «la normalización y blanqueamiento del discurso de odio de la ultraderecha».

Los candidatos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid conocen la lección basada en no caer en las provocaciones de la ultraderecha, pero cuando se trata de un asunto fuera del ámbito profesional, la lección cambia. La falta de tolerancia y de convivencia, con el uso de términos como «lárguese» o «echar» de manera constante como estrategia política que no tiene límites, son los valores que definen a la tercera fuerza política en España. El PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos ya han confirmado que no volverá a asistir a un debate en el que Vox participe. Cada nuevo suceso de este nivel tiene el poder de modificar los resultados electorales.