La ventaja de ganar de forma habitual, acaba cuando no sabes perder. Esto es un problema del fútbol moderno, y en particular de los aficionados más jóvenes que viven una época dorada de su club, y nunca han visto otra cosa.
Porque, ¿qué es el fútbol sin derrotas? Muchos defienden su apoyo incondicional a su equipo, y luego tratan de matar a los que consideraban ‘de los suyos’, cuando las cosas no van como deberían.
Todo esto puede resumirse en una frase: “Diego Pablo Simeone, es el Atlético de Madrid desde el 23 de diciembre de 2011”. El Cholo está viviendo su etapa más dura en el Atleti. Muchos pseudo aficionados rojiblancos, de no más de 17 o 18 años, y otros más mayorcitos que se han subido a última hora al carro, no paran de criticar, destruir, y desprestigiar a Simeone y a su legado.
Foto: @simeone
¿Por qué pasa esto? Porque ‘solo’ ha conseguido poner al Atlético otra vez en el mapa, después de casi 10 años de vagar por el desierto, tras el ascenso de 2003. Porque ha llevado al club a jugar dos finales de Champions League, cuando en más de 100 años solo habían jugado una. Porque es el entrenador más laureado de la historia colchonera, con siete títulos en ocho años. Porque el campo, y no solo cuatro fanáticos, sino 60 mil voces, gritan cada partido su nombre como a ningún otro.
Una injusticia diaria con un técnico que ha dotado de una identidad a un equipo totalmente perdido. A un club que desde 2011, cada año lucha al menos por ser tercero, y molestar a los gigantes Real Madrid y Barcelona. A un Atlético que es un grande europeo, como siempre ha sido, calificándose de fracaso no pasar de octavos de final. Por todo esto, Simeone no solo merece la paciencia y la confianza que se ha ganado en estos años, sino también el reconocimiento, por ser el mejor entrenador de la historia del Atlético de Madrid.
Basta ya de no saber perder. A principios del 2000, la extinta Intertoto era la Copa de Europa para los indios, y perder contra el Real Madrid era algo normal. Esto es algo que todo aficionado al fútbol debe aprender, a vivir y a conocer la derrota, y a respetar a quien te guía. Más aún, si nunca has vivido ni conocido, el amargo sabor de caer con la misma piedra día tras día.
