Tras el adiós oficial en la rueda de prensa de despedida, no quiero perder la ocasión de homenajear al mago de Nervión, que se marcha hacia Arabia Saudí igual que vino desde Argentina hace seis años, tocando plata
En el día de hoy el Sevilla ha despedido a su jugador más importante en la última década, y si se me permite, al mejor jugador de su historia. Por lo menos la reciente, lo que han visto mis ojos. Ya lo ha dicho Monchi, que de esto sabe un poco, con el perdón de ilustres y leyendas rojiblancas como Fredy, Luisfa, Palop, Reyes, Rakitic; Ever ha sido el mejor jugador de este siglo. Por el césped del Sánchez-Pizjuán los sevillistas pudieron disfrutar del mismísimo Diego Armando Maradona, pero con la continuidad, espectacularidad y gloria que ha conseguido su compatriota no se ha visto cosa igual.
Recuerdo todavía que su llegada no fue del todo bien acogida en el seno de esta bendita afición. De su calidad no hay un rincón futbolístico en este mundo donde se dude, pero su profesionalidad y regularidad estaba muy en entredicho. Seis años después, divididos en dos etapas, el mago rosarino nos ha dejado con esa sensación de que no veremos otro como él en muchísimos años.
Con tres títulos en su regazo, Ever deja una huella imborrable en cada rincón de un estadio que ha sido testigo de un fútbol convertido en arte. La exquisitez visual que produce ver al “10” bailar por el campo, enseñar la pelota, esconderla, sortear rivales, y ver líneas de pase dónde ni yo desde la Grada Alta de fondo puedo ni ver. Este es Ever, un tipo que deja tanta gloria como vacío su marcha. Nos deja huérfanos de un fútbol que nos hemos acostumbrado a ver con un faro sobre el campo, un timón que era el salvavidas de un equipo, un capitán sin brazalete. Hay que dársela a Ever, en el punto de penalti de tu propia portería o en la frontal del área rival, hay que dársela porque es cuándo pasan cosas. Si tiene el día, y los suele tener, es muy difícil que los de “colorao” no alcen los brazos en el minuto 90´, y de ahí radica gran parte del éxito reciente de este club.
Una historia que comenzó en Varsovia, junto a su amigo Reyes, y que termina en Colonia, junto a su amigo Navas y ante la eterna sonrisa de José Antonio desde el Olimpo. Pasando por Basilea, dónde 3.000 locos callaron a 35.000 ingleses, y le dejaron bien claritos que ni el Liverpool de Klopp pasa por encima de la banda de Ever Maximiliano Banega.
Un recorrido por sus 238 partidos, dónde los más ilustres teatros han podido observar que el mundo del fútbol se ha perdido a un talento que podía estar al nivel de los más grandes futbolistas, pero que también han sido testigos que cuándo el de Rosario se pone la “10” de la camiseta de su “Sevisha”, se convierte en ese genio que ningún otro club ha sabido comprender. «Volver a ser campeón es lo que más quiero», dice esa canción que tanto te gusta y que te has empeñado en hacerla realidad, porque una leyenda como tú no podía decir adiós a su casa de otra forma posible.
Tus lágrimas de hoy quedarán en el recuerdo, así como las que derramaste cada vez que has tocado plata con esta bendita camiseta. Gracias, y siempre gracias. Aquí serás siempre recordado como el mago que durante cinco temporadas entendió perfectamente lo que significa este club, por el que has dejado tanta magia como trabajo y sacrificio.
“Hasta siempre, mi Sevilla”, han sido tus últimas palabras en la Bombonera de Nervión. Los que te vimos hacer historia te respondemos: “hasta siempre, genio”.
