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Cultura

«Asesinos sin rostro», el nacimiento del inspector Wallander

Asesinos sin rostro Fuente: Beatriz Fernández

La novela Asesinos sin rostro supuso para Henning Mankell el despegue en su carrera como uno de los mejores escritores nórdicos de novela negra del siglo XX

Actualmente, una gran cantidad de autores nórdicos copan las estanterías de narrativa policíaca de todas las librerías. Sin embargo, acostumbrados a la trilogía Millenium de Stieg Larsson, a las sagas de Camilla Läckberg, que acontecen en la ciudad sueca de Fjällbacka, o a las aventuras de la abogada Rebecka Martinsson protagonista de las historias de Åsa Larsson; pocos lectores fanáticos de la novela negra, especialmente los adolescentes, conocen a Henning Mankell.

Mankell, dramaturgo y novelista sueco, se dio a conocer al mundo en 1991 con la novela negra Asesinos sin rostro, la primera de las doce que componen la serie del inspector Kurt Wallander. En ella se relata la investigación policial que el inspector Wallander, junto a sus compañeros de la policía, lleva a cabo para encontrar al responsable o responsables del asesinato y tortura de una pareja de ancianos en una granja de Lenarp, un pequeño pueblo de Suecia.

Por si esto fuera poco, Wallander se encuentra en uno de los peores momentos de su vida. Su mujer le ha pedido el divorcio y su única hija, con la que mantenía una muy buena relación, se distancia cada vez más de él. Además, a medida que va resolviendo el caso, el inspector Wallander y sus compañeros se encontrarán con nuevos casos que le dificultarán la resolución del doble crimen.

Lo que más me ha gustado de Mankell es el dinamismo que consigue en la estructura de sus historias y su capacidad para mantener al lector pegado al libro hasta la última página. Además, logra transmitirnos la tensión que sienten los personajes de la historia, algo que bajo mi punto de vista es bastante difícil ya que, a diferencia de un cineasta que se puede valer de distintos recursos como la música o los movimientos de cámara, un escritor sólo tiene como herramienta la palabra para transmitir sensaciones tan complejas.

Asesinos sin rostro es un libro que engancha, pero, además, en él el escritor sueco nos presenta un inspector de policía sumamente humano, con sus fallos y virtudes. No trata de idealizar ni romantizar en ningún momento al cuerpo de seguridad nacional sueco ni su labor. De hecho, da una versión muy realista de lo que suponen las investigaciones que este sector profesional lleva a cabo: a veces se encuentra al culpable en poco tiempo, otras veces se prolonga más y en ocasiones ni siquiera se da con un responsable. También muestra que este cuerpo es heterogéneo. Está compuesto por individuos que, como tales, tienen sus propios pensamientos, ideologías y maneras de ver la realidad que difieren unas de otras.

Kurt Wallander, el protagonista de este libro y del resto de los once que componen la saga que lleva su nombre, es un inspector de policía que recientemente se ha separado de su mujer, Mona. Mankell aprovecha esta situación para hacer más afable al personaje, que, como todo ser humano de carne y hueso, comete sus errores y aciertos, dejándose muchas veces guiar más por impulsos que por la propia razón. A mi parecer, Mankell tiene gran tino en esta decisión, pues acerca el protagonista, incluso la historia, al lector y consigue que éste se llegue a identificar en ocasiones con el policía.

Una de las cosas que más me ha gustado del libro es que Mankell no solo se limita a contarnos una historia ficticia de un asesinato por resolver, sino que, además, intenta hacer críticas de la sociedad de la fecha en la que Asesinos sin rostro fue publicado. Y es que, pese a haber pasado 28 de su primera edición, en la novela el autor hace referencia a un tema que sigue estando a la orden del día: la inmigración y los prejuicios raciales que la rodean.

Estoy acostumbrada a leer novela negra y policiaca mucho más clásica de autores como Agatha Christie, en la que el asesino es uno de los principales personajes del relato. Por tanto, lo único que no me ha terminado de convencer de esta historia es que es más una novela para dejarse llevar y sorprender, y no tanto como para estar atento a cada detalle y conseguir vislumbrar el final.

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