Gigantomaquia nos presenta una historia de lucha por la supervivencia con un mensaje pacifista.
Kentaro Miura es, sin duda, uno de los autores bandera de Panini desde que rompieran “la maldición” que existía en torno a la publicación de Berserk, una obra de culto que había quedado interrumpida en tres editoriales. Cuando hace un par de años se aventuraron con el relanzamiento de la serie en un novedoso formato Maximum (que agrupaba en un único volumen dos tomos tankobon habituales), hubo un cierto escepticismo inicial que derivó en una segunda época dorada para el maltratado título, que a su vez actualizó la propia línea manga de Panini, que se ha ido reforzando desde entonces con nuevas ediciones dobles y títulos relevantes (como Lupin III, Hokusai o Devilman, por citar algunos ejemplos).
Entre esta lluvia de títulos de primera línea, ha pasado algo desapercibido un tomo único con una historia autoconclusiva de Kentaro Miura, Gigantomaquia. El relato se ambienta en un universo postapocalíptico en el que una pareja formada por un luchador y una chica de aspecto delicado viajan por el desierto, donde se encuentran con una civilización aislada que se enfrenta a una gran amenaza.
En Gigantomaquia, Miura da rienda suelta a su expresividad, con un estilo basado en el uso de múltiples líneas para matizar los tonos que da lugar a un dibujo limpio y muy dinámico, con el que la narración fluye intrigando al lector con cada nuevo misterio.
Desarrolla un sólido universo del que, aunque apenas conocemos una pequeña parte, podemos imaginar su magnitud. En él, bajo una pátina de fantasía, Miura introduce profundas reflexiones sobre el ser humano, todo ello sin abandonar el divertimento y la acción como principal objetivo de la obra.
Gigantomaquia es un volumen muy interesante, que puede servir como una adecuada puerta de entrada al mangaka para aquellos a los que la extensión de Berserk les haya frenado de conocer al autor. Su ágil narrativa dejará sin duda con ganas de más.
