El artista valenciano Sento es el encargado de realizar este cuarto título del cómic editado por el Museo del Prado.
Es cosa sabida que, de un tiempo a esta parte, el Museo del Prado ha puesto su atención en la reivindicación del cómic como objeto artístico, editando su propia y selecta lista de títulos, integrada por El tríptico de los encantados, de Max, El Perdón y la Furia, de Altarriba y Keko, e Idilio, de Montesol. Tras una larga espera, Historietas del Museo del Prado se incorpora a este catálogo que tiene como eje central la relación entre las artes tradicionales y el cómic.
En este caso, el valenciano Sento (Dr. Uriel) utiliza el cómic como medio para contar una serie de historias sobre el Museo del Prado, repasando algunos de los que podrían considerarse sus hitos más destacados.
El perenne conserje Etelvino Gayangós sirve de hilo conductor mediante su presencia en todas las historias, en ocasiones casi anecdótica. Sin embargo, es él quien da la bienvenida a los lectores introduciéndonos en ese mundo, ese microcosmos particular que es el propio museo.
Las diferentes historias cortas (Una noticia incendiaria, El robo del Tesoro, Una bomba en el Museo, Una visita fugaz, La larga espera, El nuevo Bruegel el Viejo y La postal de Casimiro) juegan con los géneros (pasando del policíaco al costumbrista, las ficciones alternativas y la crítica social) para aproximarse a las distintas realidades del museo. Así, mientras uno de los episodios se centra en las colas kilométricas y el interés masivo que despiertan determinadas exposiciones, pese a tratarse de obras que pueden contemplarse en cualquier momento, otro relato narra la relación de afecto que se establece entre un restaurador y el artista que restaura, por citar algunos ejemplos.
Sin embargo, lo mejor es dejarse sorprender por la propuesta de Sento. Visualmente muy colorida y con aspecto caricaturesco, el manejo de las tensiones y del humor convierten a este Historietas del Museo del Prado en un cómic muy disfrutable en el que al final lo más importante es el homenaje al 200º aniversario del museo. Será difícil que, al acabar de leerlo, uno no se sienta con ganas de perderse por las salas de la pinacoteca.