Adiós, como Proyección Especial, o Agosto, como parte de la Sección de Horizontes Latinos, fueron dos de las películas que pudieron verse durante el sexto día del Festival.
Como parte de las Proyecciones Especiales del 67 Festival de San Sebastián, se proyectó en el Teatro Principal la última cinta del español Paco Cabezas (quien dirigió recientemente un capítulo de la aclamada serie Penny Dreadful). Desgraciadamente, con Adiós, no conseguirá los mismos resultados.
En Adiós, Cabezas nos cuenta la historia de Juan (Mario Casas), un ex-presidiario que recibe el tercer grado justo para poder reunirse con su mujer y su hija para celebrar la primera comunión de esta última. Después de la ceremonia, un evento provocará que Juan vuelva a caer en la espiral de violencia y sangre de la que juró salir, para vengarse de aquellos que le hicieron daño. La película se ubica en el conflictivo barrio sevillano de ‘las 3000’, y por la película desfilan todo tipo de clichés de las películas situadas en estos territorios: bandas rivales, chivatazos, policías corruptos, luchas de poder, tráfico de drogas, cuentas pendientes…
Por esto y por otros muchos motivos, la película da más la sensación de ser paródica que de ser verdaderamente un thriller sobre bandas rivales en los bajos fondos de Sevilla. A la presencia excesiva de clichés se suman situaciones surrealistas o persecuciones absurdas (una agente de policía es capaz de seguir a pie a una moto durante casi seis minutos)… Los tiroteos se antojan excesivos, y todo da la sensación de estar muy forzado para garantizar espectáculo y emociones fuertes.
Copyright: Festival de San Sebastián
La interpretación de Mario Casas, si bien no es la peor de su carrera, no termina de cuajar, ya sea por su extraño acento sevillano o por repetir rasgos de papeles anteriores (en Adiós, volvemos a verle gritando poseído por la ira a los vecinos de un bloque de apartamentos como ya hacía en Grupo 7). Natalia de Molina, en cambio, sí que cumple en su papel como la atormentada mujer de Juan. Carlos Bardem, Ruth Díaz, o Mona Martínez, añaden aún más clichés a la cinta en papeles que hemos visto mil veces: el policía que lleva toda la vida en el barrio y trabaja según sus propias normas; la agente nueva que intenta hacer siempre lo correcto; o la matriarca de la familia que se encarga de que no pisoteen el honor de los suyos, respectivamente.
Adiós es una película que intenta abarcar todas las características de un thriller típico, pero que en su afán por ser frenética termina adquiriendo más la condición de parodia. Es un tropiezo en la carrera de un Paco Cabezas que parecía haber encontrado el buen camino con sus trabajos en Norteamérica.
Agosto, del debutante Armando Capó Ramos, formó parte de la categoría de Horizontes Latinos. La película nos cuenta la historia de Carlos, un chico en plena pubertad, cuyo crecimiento coincide con la época en la que los balseros abandonaban Cuba en busca de un futuro mejor en Estados Unidos. La historia transcurre en el verano del 94, en el que él se enamora por primera vez, sale con sus amigos, y ayuda a su padre con su trabajo. Poco a poco, ve como empieza a desaparecer la gente de su pueblo, hasta tal punto que pierde a sus amigos. El chico entonces se plantea cual es la situación del país, porqué sucede lo que sucede, y guiado por la inexperiencia y la impulsividad de su edad, irá distanciándose cada vez más de su familia.
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Agosto es una película irregular y peca en parte de lo mismo que la ya analizada Patrick: su protagonista es inexpresivo, apático y poco atractivo para el espectador. En muy pocos momentos empatizamos con él, y esto no es tanto culpa del intérprete como de un guion que no sabe muy bien por dónde tirar. En algunos momentos parece querer ser un relato coming of age, en el que vemos al protagonista crecer, madurar, descubrir cosas nuevas para él, pero en otros pasajes la película intenta ser dramática al describir las situaciones de los balseros (que desde un principio parecen ser un mero telón de fondo para el desarrollo del chico). Finalmente, en un extraño tercer acto, la situación ‘explota’ sin estar esta explosión muy justificada, y el final termina siendo anticlimático.
