Cada persona, reacciona de una manera diferente al perder a un ser querido.
De la muerte, nadie nos salva. Tarde o temprano todos, aunque no lo queramos, viviremos la muerte de un familiar o un ser muy querido. Sufriremos. Pero, el miedo que tenemos principalmente cuando ese momento puede acercarse, no es por la muerte, sino por el vacio que esa persona que queremos acaba dejándonos. El mundo, se desmorona y hay veces, que incluso, no llegamos a soportarlo y ni sabemos cómo lo podemos afrontar para huir del dolor y la pena.
No todo el mundo vive la muerte de la misma forma como tampoco todo el mundo elige las mismas urnas funerarias. Las reacciones de los seres humanos son muy variadas. Unos prefieren negar el dolor cuando se encuentran muy afectados por dentro mientras que a otros se les nota afectados y lloran mucho. También hay casos, de algunas personas que se niegan a superar esa muerte, el perder a ese ser querido, y el dolor les acompaña en todo momento.
Nadie, podrá ocupar el hueco de una persona que ya no esté con nosotros. Pero, seguro, que esa persona no le gustaría vernos todos los días mal y viviendo toda nuestra vida, una vida apenada. Sentir a ese ser querido cerca, es lo que lleva a muchas personas a comprar un guardapelo que se trata de un medallón o una joya antigua que tiene forma de caja y donde se guarda un mechón de pelo de un ser querido. También, las mascotas son importantes, tanto incluso para algunas personas como un hijo. Y cuando los animales son incinerados, se meten en colgantes para cenizas de mascotas que siempre nos acompañará.
Las fases de duelo comienzan con la negación. Ese momento en el que se produce la noticia de la muerte del ser querido que nos deja en shock. Negamos con nuestros mecanismos de defensa que ese suceso se diera, hasta que somos conscientes de la dura realidad. Y llega el sufrimiento y el dolor.
Es entonces cuando se mezcla la negación con la realidad, una confusión emocional que hasta que no la hemos vivido nunca no sabíamos ni que existía. Podemos llegar a perder entonces incluso detalles de la realidad, nos sentimos incapaces y frustrados con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea. Hasta que llega la tercera fase, la ira y la rabia.
Sentimos ira y rabia cuando perdemos a alguien querido. Creemos que el mundo y la vida no tienen sentido, que es injusto todo, que los mejores son los que se acaban yendo y acabamos sintiéndonos nosotros mismos culpables. Deseamos, incluso morirnos nosotros, antes que ese ser que hemos perdido. Es entonces cuando llega la culpa.
Probablemente, no podíamos hacer nada para que esa persona siguiera viva. Sí hubiéramos podido, lo hubiéramos hecho. Evitar la muerte, es imposible. Siempre, ganará. Tarde o temprano. Esta fase, se entremezcla con la tristeza, la depresión que podemos llegar a tener y la ansiedad que nos da.
La tristeza es una fase muy complicada. Es el momento clave para nosotros mismos, que seguimos vivos, podemos llegar a caer en una grave enfermedad como es la depresión que nos impedirá superar el fallecimiento y aceptar estas emociones que sentimos realmente. Sentirse mal no es malo, todo lo contrario, pero, hay que saber también, sentirse bien y no estar mal toda la vida posteriormente al hecho.
En el momento que consigamos aceptar el fallecimiento, estaremos aceptando la realidad y estaremos cerca de llegar a la última fase la de restablecimiento. Sentiremos el alivio al notar que nuestra mente se va aclarando y entonces dibujamos una nueva realidad, pensando en presente y futuro. Una realidad, que nos volverá a hacer vivir y a luchar por ser felices con los que aún siguen aquí con nosotros, rodeándonos y acompañándonos en la vida.