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INVERFEST – «Yo no quiero ser recuerdo, mi amor, quiero que me mires y adivines el futuro»

Sinónimo de arte y emoción, Elvira es, Elvira somos.

En una carpa de circo se encienden las luces para acoger al mayor de los carnavales. Elvira Sastre, abriéndonos sus entrañas, nos permite observar desde muy cerca el espectáculo que lleva dentro. Musa, inspiración y magia. Afortunados aquellos que hemos podido bucear dentro de sus esquinas.

En una inusitada tarde invernal, donde los días parecen comenzar a crecer a ritmo lento, nos encontramos frente a frente con el arte. Elvira Sastre, como concepto más que como nombre propio, nos recuerda lo que es el talento, lo que es doler y lo que es amar. Desde las heridas de sus puños contemplamos las batallas y medallas que se ha ido colgado, que nos hemos ido colgando, a lo largo de nuestras vidas.Y es que Elvira es nosotros y, por consecuencia, nosotros somos ella.

Un covid y medio más fuerte, la artista se sube por fin, a un escenario que llevaba mucho tiempo deseando volver a escucharla. Envuelta en una blazer de solapa amplia y arropada por su sempiterno Manuel, viene a regalarnos su último trabajo: Yo no quiero ser recuerdo. Una joya elaborada por dos de los mejores orfebres de nuestra generación. Elvira y Manu, como un todo, consiguen recordarnos que el arte y la libertad, van de la mano. La misma que se sujetan el uno al otro de compás en compás, consiguiendo lo que ya no se ve, lo que pensábamos extinto: el Arte, con mayúscula y sin punto final.

«Y mira esa montaña qué alta es// Tanto como yo me dices«, tanto como nos haces sentir, Elvira.

Tus huesos chocan como placas tectónicas nos introduce a tu mundo y te trae al nuestro. Solo precisamos un par de versos para observar ensimismados cada rincón de un escenario, cubierto con lo que semeja un salón de hogar. Mientras tanto escuchamos, y nuestro espíritu vaga al son de la música.

Yo no quiero ser recuerdo, el poema que da título a esta aventura, nos regala, entre luces de colores y susurros, un anhelo compartido de siempre ser parte, al menos pequeña de una historia por escribir.

«La poesía no solo sirve para expresar tristeza y melancolía. La poesía, sirve». Bajo el murmullo de un tambor que nos recuerda al latido del corazón, escuchamos sus poemas más reivindicativos. Sus ojos y su perspectiva nos trasladan a una España que sufre, pero, también a una España viva, guapa que se levanta y lucha, pese a los golpes sufridos. «Parece que cada mañana el pueblo grita://Nos quedamos para salvarte,//España«, resulta tan alentador el escuchar tanta fortaleza , tantas ganas, de cambiarnos, de cambiar, de cambiarla. Esta generación no se rinde, cambiaremos las cosas, desde el coraje y el cariño.

Paradójicamente, No quiero ser recuerdo deja espacio para la reminiscencia. Una lista de nombres introduce otra de las cuestiones que remueven corazones y consciencia, la lacra violenta de los ataques contra mujeres. Su voz es la de muchas personas, hombres y mujeres, que sufren las consecuencias de la violencia en una de sus tantas manifestaciones. En Somos Mujeres la poetisa exalta la condición femenina, recordándonos quienes son las perpetuas portadoras de la vida.

Elvira habla de lo incómodo, lo doloroso, con respeto y amor, todas cualidades que, en un mundo polarizado brillan por su ausencia. La palabra es su bien más preciado y cumpliendo con la misma nos recita uno de sus poemas más emotivos, Poema a Carmelita. La historia de una mujer con alzheimer se entreteje entre los hilos de un conjunto de preguntas que a todos nos gustaría preguntarles a aquellos que, pese a encontrarse presentes, parecen haberse ausentado hace mucho tiempo.

Nos embarcamos en viajes donde se intercalan intensas turbulencias con silenciosos remansos de paz, bailes latinos con el rumor de las olas, amor con olvido… El broche de oro lo pinta la voz y la guitarra de otro de los grandes poetas de nuestro país, Andrés Suárez fundiéndose en un abrazo con nuestra protagonista, sorprende a toda la sala que, a estas alturas se encuentra mecida entre versos por un aluvión de emociones.

Golpes, murmullos, insultos, pérdida… luces rojas sobre un fondo negro mantienen en vilo la parte sombría de todos los presentes. Sin embargo, sus perfiles dibujan esperanza al escuchar los acordes de una América Latina que nos reconcilia con una tierra de colores, bella, alegre y cariñosa.

Dicen que, en un poema, el verso final resulta el más importante y, en este caso, se cierra el telón de la misma forma que, una vez, hace casi 10 años empezó a descorrerse. Manuel, Elvira, Vicente, Jorge, María, Miranda, se acabó la función, comienza de nuevo la vida.

A ti, Sastre, que tanto te gustan los agradecimientos, déjanos darte las gracias por habernos tejido el tapiz de palabras más bello en tu poesía.

Por: Gael Núñez Vázquez (@gaelnunezvazquez)

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