35 años después, España volvió a perder ante la poderosa selección norteamericana, pero la derrota tiene un sabor diferente.
El día de ayer supuso la primera derrota de la selección española en su preparatoria previa al Mundial de China. Cayó por 90-81 en ante una selección estadounidense carente de estrellas en un territorio que vio el nacimiento de la leyenda del combinado nacional.
Ayer pudimos ver a un conjunto norteamericano que no se vistió de sus mejores galas. Sin embargo, nunca pierde su belleza ni eficacia en las mejores pistas. A pesar de sus vaivenes como consecuencia de su falta de complicidad, los de Scariolo demostraron estar a la altura de su talento.
A día de hoy, luchar codo con codo contra las leyendas del baloncesto está a la orden del día para los españoles. Sin embargo, décadas atrás era toda una quimera.
Pero claro, para que se altere todo orden político, social y económico hace falta un comienzo. El de la selección tuvo lugar 35 años antes en el mismo lugar que cayó en el día de ayer.
El escenario era idóneo, los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984. Díaz Miguel entrenaba a un equipo español liderado por Fernando Martín, Romay, Corbalán, Epi o Iturriaga.
Dieron la campanada derrotando a Yugoslavia en semifinales, que era vigente campeona olímpica. Es bien sabido que Fernando Martín y Epi sacaron a relucir todo su potencial de cara a la canasta, pero sería injusto olvidar la labor de José María Margal a la hora de defender las continuas acometidas balcánicas. De este modo, los españoles pusieron tierra de por medio en la segunda parte, lo que valió una final gracias al marcador de 74-61.
Esperaba la «poderosa» EEUU, y se colocan comillas porque no solo defendieron la camiseta los mejores NBA de su tiempo, sino que salieron a jugar los universitarios, entre los cuáles destacaba un jovencísimo Michael Jordan.
El océano que separa la distancia entre España y EEUU se manifestó metafóricamente en el encuentro, ya que vencieron 61-74. La plata se celebró como oro porque las opciones para desbancar a los reyes eran menos que mínimas.
No obstante, se había iniciado el camino hacia el éxito. En ese momento, observando que un par de pioneros saborearon la cima, no querían que aquella hazaña fuera fruto de la casualidad.
Por lo tanto, se empezó a otorgarle más valor a las escuelas de deporte base. De este modo, se jugó en función al juego interior, al trabajo colectivo y a la disciplina, factores que desencadenaron en el Mundial de los Juniors de Lisboa en 1999 y siete años más tarde el absoluto en Osaka.
Es cierto que aquella generación con los Pau Gasol, Garbajosa, Jiménez o Rudy será inolvidable, pero el estilo y el modelo son innegociables y no traicionarlos supondrá que la selección siga plantando cara a todo rival que se precie.